La larga caminata de Vicente Movellán hacia el compromiso
Hace unos días despedíamos a Vicente Movellán a sus casi 108 años, natural de Barreda, histórico militante del Partido Comunista de España (PCE) y de ... Izquierda Unida en Cantabria (IU).
Repasar su vida –como tuvimos el privilegio de hacer en 2022 en la Fiesta del Rural de IU– es recorrer algunos de los momentos más duros de la historia del siglo XX: el golpe de Estado, la Guerra Civil, los campos de concentración franquistas –que los hubo–, la dictadura, el exilio… Podemos decir que Vicente se pasó toda su vida en marcha, caminando.
Su primera caminata fue en 1917, recién nacido, en brazos de su madre, que no tenía dinero para el billete de tren de regreso a Barreda desde el lugar donde nació. Un hombre tan marcado por la historia como Vicente no podía haber nacido en otro sitio que no fuera el viejo Hospital de San Rafael, hoy sede del Parlamento de Cantabria.
Otra caminata que le marcaría profundamente fue la que hizo hasta Madrid para asistir a un multitudinario mitin de Manuel Azaña, quien sería presidente del Gobierno durante la II República. Dolores Ibárruri, 'La Pasionaria', a quien conoció en persona, sería otra de sus referentes. Vicente no regresaría de Madrid, donde afianzó su compromiso político: se afilió al PCE y a las MAOC (Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas). Para entonces tenía 18 años y estaba a punto de comenzar 1936, el año del golpe de Estado y del estallido de la Guerra Civil.
Allí comenzaría, tal vez, la más dura de sus caminatas: desde el Quinto Regimiento –la brigada impulsada por el PCE– participó en el asalto al Cuartel de la Montaña, una operación clave para que el golpe de Estado fascista fracasara en Madrid. No sería la única vez que Vicente contuviera los avances fascistas, ya que también lo lograría frente al avance hacia Barcelona de las tropas de la Italia de Mussolini, aliadas de Franco. Jarama, Brunete, Zaragoza… La caminata de Vicente se confunde con nombres de batallas históricas –y de hospitales donde fue tratado por sus heridas–, hasta que, en 1939, tras ser apresado por los fascistas italianos, comenzó un nuevo periplo, esta vez por campos de concentración y cárceles, en los que estuvo cinco años preso sin pasar nunca por un juicio.
Que hubiera una dictadura no le frenó para mantener su compromiso con el PCE, ahora en la clandestinidad, mientras trabajaba en fábricas como Solvay o Sniace, o en Barcelona. Su vida, siempre en marcha, siempre ligada al momento histórico, le llevó a exiliarse en París, donde el eterno caminante trabajaría durante tres décadas, nuevamente en ruta, esta vez como chófer del embajador de Cuba ante la Unesco, Hermes Herrera. Sobre el capó del coche iría escribiendo sus recuerdos, que se confunden con la historia del siglo y a los que, ahora que nos quieren robar hasta la memoria, recurrimos para seguir continuando una caminata por el compromiso.
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