Una vida sencilla y entregada marcada por la devoción a la Virgen
Fallece a los 100 años tras haber alternado durante décadas su trabajo en Santoña entre el servicio en la guardería y el colegio Sagrado Corazón de Jesús
Las Hijas de la Caridad de Santoña despidieron el pasado 7 de febrero a la hermana Sor María después de una larga vida entregada a ... todos. En la Comunidad la describen como una mujer sencilla, trabajadora y muy discreta.
Sus orígenes estaban en el pueblo de Lopera (Jaén) donde nació hace 100 años. Solo le quedaban 15 días para haber cumplido los 101. Ingresó en la Compañía de las Hijas de la Caridad en 1950. La responsable de la Comunidad en Santoña, Sor María Pilar, cuenta que en su trayectoria vocacional Sor María recorrió parte de la geografía española. Estuvo en Madrid, Barcelona, Málaga, Ceuta y Burgos de Osma, siendo su último destino en Santoña, donde recaló en 1968. En la villa marinera alternó el servicio en la guardería, «le encantaban los niños», y en el colegio Sagrado Corazón de Jesús.
En el centro educativo ejerció las labores de enseñanza en distintos cursos durante años. Sus entonces alumnos, hoy hombres y mujeres veteranos, recuerdan que era «una buena persona con una gran memoria». Cuando su salud y sus fuerzas mermaron, dejó la actividad laboral pasando en 1990 a la Residencia de la Comunidad, ubicada en la tercera planta del edificio del colegio. Allí, el resto de hermanas mayores de las Hijas de la Caridad la han atendido y cuidado cariñosamente, especialmente en los últimos tiempos con una salud más delicada. A pesar de las dificultades, el pasado año festejaron su centenario con una gran alegría y emoción.
La superiora destaca que como Hija de la Caridad fue una gran impulsora de la devoción a María. «Con ella se constituyó la Asociación de la Medalla de la Milagrosa en Santoña que tiene como uno de sus objetivos hacer que la Virgen vaya pasando por las familias». Sor María se encargó de recorrer el pueblo buscando a mujeres para hacer de celadoras, que llevaban a la Virgen por las casas.
La Comunidad, en una alabanza que se leyó en el altar de la iglesia en su despedida, resaltó que Sor María tenía una actitud de sincera gratitud, «siempre daba las gracias por todo», y era muy ordenada, trabajadora y fiel cumplidora de la responsabilidad que tenía asignada. «Un ejemplo de entrega desinteresada y total disponibilidad». Tenía una gran capacidad de escucha y se mostraba muy cariñosa con las personas que la visitaban. Para las hermanas que le han acompañado en su última etapa ha sido «un referente de Hija de la Caridad completa y una buena compañera de camino en los días buenos y adversos».
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