Cuidar al cuidador
Los cuidadores, todos, precisan a su vez ser adecuadamente cuidados y, por supuesto, ser reconocidos en todo lo que hacen y valen
En muchas ocasiones oímos expresiones como la que da título a este artículo, pues todos somos conscientes de lo penoso que tiene que resultar para ... quienes tienen que dedicar su tiempo y esfuerzos a cuidar de quienes, por enfermedad o edad, no están en condiciones de hacerlo por si mismos, por haber perdido, o carecer desde su nacimiento, de muchas de las facultades que de otro modo les permitírian hacer vida normal.
Aunque los colectivos anteriores sean los más comunes que precisan de la ayuda externa para poder seguir viviendo, al menos con una mínima calidad de vida, muchos otros son los profesionales que a lo largo de nuestra vida nos prestan sus cuidados, y por ello les debemos considerar como nuestros cuidadores, y a los que en muchas ocasiones no solo no les agradecemos los cuidados que nos dan sino que por el contrario se les insulta y amenaza, cuando no a algunos les maltrata.
Dejando a un lado los primeros cuidados que desde nuestro nacimiento recibimos de nuestros padres y familiares más directos, son muchos los profesionales que cuidan de nosotros a lo largo de nuestra vida. Destacan entre ellos los profesores que lo hacen en nuestra infancia –qué bonito y acertado era aquel nombre con el que denominábamos a nuestros primeros 'maestros'– pues con ellos no solo aprendimos los primeros rudimentos de nuestra lengua, matemáticas, geografía... sino que nos enseñaron el respeto, la tolerancia, el trabajo bien hecho, y tantas y tantas cosas tan importantes para vivir en una sociedad a la que íbamos poco a poco incorporándonos como miembros de pleno derecho.
Qué pena ver ahora cómo algunos padres van a visitar a los profesores de sus hijos para recriminarles, con no muy buenos modos, cuando no con amenazas físicas, el trato injusto, según ellos, que han dado a sus hijos, razón por la que tales profesionales debieran ser ya reconocidos, sin más dilación, como autoridad pública.
Por citar otros profesionales que cuidan de nosotros a lo largo de nuestra vida, valgan como ejemplo los bomberos, que en caso de incendio o inundaciones inmediatamente los tenemos a nuestro servicio, no sin correr en muchas ocasiones riesgos importantes, como lo demostró la pasada semana uno de tales profesionales que murió yendo a ayudar a sus compañeros en un importante incendio en Ávila; estando fuera de servicio y dando con ello ejemplo de profesionalidad y compañerismo.
Qué decir de médicos y de todo el personal sanitario que en muchas ocasiones, desde luego más de lo que en buena lógica podría pensarse, sufren amenazas y hasta agresiones físicas, que hace que cada vez con más frecuencia los centros de salud tengan que disponer de personal propio de seguridad –acciones, como ya he expuesto en alguna otra ocasión, que deberían conllevar que quien así actúa fuese privado durante un tiempo de los correspondientes servicios sanitarios públicos y alejado obligatoriamente del personal que en él presta sus servicios–, ya que en vez de considerar a tales profesionales como nuestros cuidadores los tratan como sus enemigos. Qué tristeza que hayamos llegado a esto.
Qué decir de nuestros policías nacionales y guardias civiles, ¿acaso no son nuestros cuidadores? ¿Acaso no cuidan permanentemente de nuestras personas y de nuestros bienes? ¿Acaso cuando tenemos un problema no recurrimos a ellos de manera inmediata? ¿Somos conscientes de los riesgos que tales profesionales corren en muchas ocasiones para cuidar de nosotros? ¿Somos conscientes de cuántos de tales profesionales murieron cuidando de nosotros en los tiempos del terror de ETA, o actualmente con criminales de diversa índole, incluidos los narcotraficantes que permanentemente intentan meter su nefasta mercancía en nuestro país? ¿Hasta cuándo demonios el Gobierno de España va a seguir sin reconocer que tales profesionales que son una profesión de riesgo? ¿No sienten vergüenza de recurrir a ellos permanentemente para su protección personal y el de sus familias y después negarles tal reconocimiento, que sin embargo sí tienen las policías autonómicas del País Vasco o Cataluña –policías que pagamos también todos los españoles y que tienen sueldos superiores a los policías nacionales y guardias civiles–, como si aquellos tuvieran más riesgos que éstos. Que pena y que falta de consideración y respeto a tan importantes cuidadores de todos nosotros.
He dejado para el final, saltándome otras muchas profesiones que nos ayudan y atienden a lo largo de nuestra vida, a quienes, como decía al inicio de este artículo, cuidan de quienes por edad o enfermedad, física o mental, no pueden hacerlo por sí mismos y que por ello precisan de tal ayuda, bien sea un familiar, bien sea un voluntario o un profesional, pero que en todos los casos tales cuidados suponen una dedicación, un esfuerzo y un cariño que exigen un gran esfuerzo y un desgaste no sólo físico sino también, y muy importante, mental, razón por la que tales cuidadores precisan a su vez ser adecuadamente cuidados y, por supuesto, ser reconocidos en todo lo que hacen y valen.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión