Aburrirse y aburrarse
Ya les puse un lazo a los niños y los entregué en la puerta del colegio. Después de «80 días son, 80 nada más…» en ... los que los hemos tenido con nosotros buscándoles quehaceres.
Pero es imposible llenar todo su tiempo. Y a veces, se aburren. Qué drama aburrirse ¿eh? Creo que es un problema prioritario de la actualidad. Hemos generado tantos medios para no aburrirnos, que nos estamos aburrando. Vas a una cena con amigos y los niños y al cabo de una hora ya están que necesitan que les des el móvil para ver el amistoso Ponferradina-Andorra, o un balón para romper algo. De hecho, ahora muchos restaurantes tienen zona de niños ad hoc para su recreo, dando por hecho que no aguantarán una hora sentados.
Cuando cenábamos con nuestros padres, si el tema se alargaba, tú apoyabas tu frente contra el canto de la mesa y a aguantar, mientras escuchabas efemérides políticas de finales de los 80.
Nosotros no teníamos ni móviles ni un parque infantil al lado de cada restaurante. Pero ellos se aburren hasta del móvil y del balón, y están la segunda mitad de la cena con el «cuándo nos vamos». Y los padres hoy contemporizan, conceden: «Nada, enseguida». «No te preocupes, me acabo el agua con gas y nos vamos». Antaño, mi padre respondía siempre igual: «Nos vamos en el momento menos pensado». Y se pedía otro valenciano. Y tú intentabas no pensar en irte, para irte: psicología inversa de un genio.
Aburrirse viene bien. Parece que la palabra viene de «burro» pero no, su origen etimológico es ab horrore (rechazar con horror), aunque creo que actualmente tiene que ver más con lo primero que con lo segundo. Con todo lo que hay que aprender, hay que ser burro para aburrirse.
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