Somos equilibristas
Los excesos siempre nos acaban costando caros
Fíjate, en economía se diferencia entre invertir y gastar; invertir es dedicar recursos en el presente para conseguir mejores resultados en el futuro y gastar ... es disfrutar del beneficio de lo que adquirimos o disfrutamos en el momento, pero que implica disponer de menores recursos en el futuro. Quizá este concepto se entiende un poco mejor en lo económico, pero nos cuesta más entenderlo en el ámbito personal de nuestras propias vidas. Pero, lo cierto es que, la vida, toda ella, se resume en que seamos capaces de mantener un cierto equilibrio en todo lo que hacemos, siendo auténticamente equilibristas. Me explico: al igual que el concepto económico que acabo de exponer, todo el esfuerzo que dediquemos en nuestra vida en contención, en ahorro o inversión, para el aprendizaje, para capacitarnos, para invertir en nosotros mismos, para ser más capaces, más hábiles o más diestros en aquello que nos permite ganarnos la vida, lo ganaremos en resultados posteriores; así de sencillo. Mientras que todo lo que gastemos en placer instantáneo (y no hablo de premiar nuestros esfuerzos o nuestros logros con pequeños incentivos para seguir adelante), degenerará en insatisfacción posterior. Dicho de otro modo, los excesos siempre nos acaban costando caros, en economía, en salud, en relaciones personales, en satisfacción vital.
Casi todos los comportamientos y actitudes equilibradas son los que más paz y felicidad nos proporcionan y, sin embargo, son los que más nos cuestan. Hay ejemplos de todos los colores: desde el colesterol, el estrés, en el trabajo, el sexo, la comida, cualquier tipo de disfrute, en general, y cualquier tipo de dedicación, tanto al ocio como al negocio, siempre que sea equilibrada, nos proporcionará una buena dosis de satisfacción. Hay comportamientos o situaciones que nos pueden llevar a ser muy bipolares, es decir, todo o nada, o blanco o negro y nos dejamos por el camino todo un arcoíris de colores, que no somos capaces de ver, ni de disfrutar.
Imagina tu vida como si fueras un funambulista, caminando por un cable, que es la vida, con el contrapeso, también denominado barra de equilibrio. Siempre que nuestro caminar, impreciso, nos lleva hacia un lado tenemos que equilibrar con el resto de nuestra vida hacia el otro, para compensar (la esencia de la humanidad es la compensación; todo exceso previo debemos compensarlo, porque al padecimiento que nos produce hay que darle pequeñas dosis de satisfacción para seguir en el alambre). Cuando el funambulista camina recto y equilibrado, ni el miedo, ni los tropiezos, le hacen trastabillar. Qué difícil es y cuánto cuesta conseguir el equilibrio, pero qué valioso es cuando lo conseguimos. Cuando hay equilibrio las tentaciones y los tentadores no triunfan y las críticas injustificadas no duelen, tan sólo vale lo que tú sientes que eres.
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