Más bonito que un san Luis
El Paseo. De todos los nombres que ha llevado, este es el que más le cuadra. Sencilla y llanamente el Paseo. Como lo nombraban los ... antiguos con la familiaridad que da la confianza. Su historia pende de ser contada. Se remonta al siglo XIX, al que tanto debe el actual.
En su edición del 20 de junio de 1879, 'La Voz Montañesa' informa: «Frente a la plaza de toros, a la derecha del Paseo de la Concepción, se está construyendo un grueso muro de contención para sentar el andén que ha de establecerse en aquella parte de la vía». Así, paso a paso, obra a obra, se va conformando, para acercar el centro urbano (por Lope de Vega) al distante Sardinero.
Mirando al Paseo, vivió la familia Gutiérrez Blanchard. Y al principio del Paseo, los Gutiérrez Blanchard. Y pelín más adentro, el erudito Eduardo Jusué. Y tantos otros personajes públicos que me falta espacio para referirlos.
Por el Paseo circulaban boyeros con sus aparatosas carretas de bueyes, llevando pesadas mercancías del Puerto a la orilluca del mar. Y a la inversa. Y carreteros, con sus carros y coches de caballos. De las lesiones, más o menos graves, sufridas por viandantes despistados abunda memoria escrita. Y de cierto piano de cola que se precipitó al suelo y sufrió un daño irreparable.
El Paseo acogió paseos del polígrafo de quien más tarde llevaría el nombre que perdura hasta nuestros días (Menéndez Pelayo). Y de Pereda y Galdós. Amén de literario, el Paseo es un orgullo para la ciudad de Santander, una bellísima vía arbolada, que tengo en mucho porque en el Solaruco tuve despacho. Por tanto, no soy ajeno a la poda anual de su arbolado, a uno y otro lado del mismo. Una labor enojosa y costosa para el Ayuntamiento. Mas merece la pena. Porque tras la poda, el Paseo de mis amores luce más bonito que un san Luis.
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