Es preciso bañarse
Cuatro meses de baño le quedan al año. Hay que bañarse en septiembre, en octubre, en noviembre y en diciembre. Mientras el cuerpo aguante. Y ... si hace frío, antes de entrar nada cuesta entonar la expresión que los rudos marineros entonaban cuando el mar les mostraba su peor cara: «¡Jesús, y adentro!». Ellos y entonces, porque se jugaban el tipo en mala mar. Nosotros y ahora, porque a veces, el agua es tan cortante que afeita el bigote.
Animal de costumbres, tomo el titular prestado de una gacetilla publicada en la edición del miércoles 6 de julio de 'La Abeja Montañesa': «Es preciso bañarse. / —¿Quién se viene al Sardinero? / A dos reales, caballero! / —¡Vaya un frío del demonio! / —Arriba, don Celedonio, / que más hubo en enero. / Y no hay más remedio que / meterse en el mar con brío; / que ya es tiempo y ¡haya fe! / porque ¿qué le importa a usté / estar temblando de frío?». Pues eso, que en Santander hay bravos que se meten en el mar en enero como si fuera en la sauna. Quien le toma la temperatura al agua no se mete. Al mar hay que meterse de cabeza, con la valiente expresión «¡Jesús y adentro!» o la marinera gracieta del tiempo de la infancia «¡Chapuzón chico, chapuzón grande, chapuzón de la Virgen del Carmen!».
José Estrañi, que era de Albacete y predilecto de aquí, a don Mariano de Cavia, en 'El Imparcial', Madrid, le enjareta un fervorín: «Si no figura en el libro / inmortal este país / ni en él estuvo Cervantes / como acabo de decir / en cambio por los estíos / vienen a bañarse aquí / muchos Quijotes y Sanchos / y algún que otro Tartarín».
Que Estrañi olvidara a las Dulcineas y Sanchas es comprensible. En pretéritos tiempos las doncellas verdes y las damas pasas se bañaban en sus casas.
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