Los sueños de las avispas
Qué frágil es la memoria. Resulta que el tan cacareado cambio climático actual son las calores de toda la vida. Aquí, soñado despierto, el poeta ... Jorge Guillen concibió el poema ARDOR; cuya lectura en la terraza de La Primera, al amor de una cerveza, sublima el inconmensurable valor de la expresión de la belleza por medio de la palabra.
José María de Cossío lo incluye en 'Revista de Santander', número segundo de aquel verano que es el verano de la chicharrera eternamente repetida: «Ardor. Cornetines suenan, / Tercos, y en las sombras chispas / Estallan. Huele a un metal / Envolvente. Moles. Vibran / Extramuros despoblados / En torno a casas henchidas / De reclusión y de siesta. / En sí la luz se encarniza: / ¿Para quién el sol? Se juntan / Los sueños de las avispas. / ¿Quedará el ardor a solas / Con la tarde? Paz vacía: / Cielo abandonado al cielo, / Sin un testigo, sin línea. / Pero sobre un redondel / Cae de repente y se fija, / Redonda, compacta, muda, / La expectación. Ni respira. / ¡Qué despejado lo azul, / Qué gravitación tranquila! / Y en el silencio se cierne / La unanimidad del día, / Que ante el toro estupefacto / Se reconcentra amarilla. / ¡Ardor: reconcentración / De espíritus en sus dichas! / Bajo agosto van los seres / Profundizándose en minas. / ¡Calientes minas del ser, / Calientes de ser! Se ahíncan / Se obstinan profundamente / Masas en bloques. ¡Canícula / De bloques iluminados, / Plenarios, para más vida! / Todo en el ardor va a ser, / ¡Amor!, lo que más sería. / Ser más, ser lo más y ahora, /Alzarme a la maravilla / Tan mía, que está aquí ya, / Que me rige! La luz guía! // JORGE GUILLÉN / Santander, verano de 1930».
Plausible sería que el poema se fijara tal cual en una pétrea placa urbana.
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