Carl von Carlowitz, carbono azul y el Plan General
La ciudad deberá participar en sus diferentes zonas urbanas de esa estrategia sostenible de cuidado del medioambiente y de su propia salud
El 1 de enero de 1713, el sajón Hans Carl von Carlowitz publica 'Sylvicultura oeconomica', donde emplea, por primera vez en la Historia, la expresión « ... ertrag nachhaltig» [rendimiento sostenible], en relación con el uso maderero de los bosques, siendo considerado el creador de la ordenación forestal moderna. La idea (que no la palabra «nachhaltigkeit») trajo influencia del británico John Evelyn con su 'Sylva' (1664), también un estudio de la producción maderera, esta vez en los bosques ingleses. Hasta 1987 el informe de la Comisión Brundtland no trasladaría el término sostenibilidad a foros internacionales en relación con la tierra y sus recursos.
En septiembre de 2015, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la resolución A/RES/70/1 [Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible], donde quedaron fijados diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) como plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad. Son muchas las cuestiones vinculadas a la sostenibilidad y al cambio climático y, desde el nuevo Plan General de Santander (PGS), la necesidad de abordarlos es fundamental, por lo que habrá numerosos enfoques que harán referencia a ellos.
El concepto de sostenibilidad respecto al urbanismo está fuertemente vinculado al de consumo de suelo natural o, para ser más exactos, al de su no-consumo, su conservación como bien para las generaciones futuras, en esa consideración indudable de que se trata de un bien limitado a escala mundial (que no escaso), pero que en la escala cercana se ve muchas veces como un bien tremendamente amenazado. Conservar el territorio en sus fases más naturales (prístinas y sin intervención humana, cada vez más difíciles de encontrar) o rurales (donde la antropización aún es mínima y solo se produce la explotación agrícola, ganadera o forestal), sería uno de los objetivos básicos de cualquier planeamiento (que podrá apoyarse en que, al menos, los suelos de la Red Natura 2000 deberán clasificarse como suelos rústicos de especial protección, según sentencia reciente del Tribunal Constitucional). Esa acción protectora de la naturaleza deberá acompañarse con otras medidas de incremento de la biodiversidad, como el diseño y gestión de itinerarios donde el verdor de lo natural sea el rasgo principal vinculado a la promoción de la salud de sus usuarios (peatones, corredores, ciclistas...) pero también a la interconexión de espacios naturales o espacios verdes cívicos, creando una verdadera infraestructura de la salud, tanto de lo natural como de las personas.
El peatón deberá ser el verdadero usuario de los espacios públicos para disfrutarlos y vivirlos
Más allá de este rasgo relacionado con ese verdor (natural o plantado), la ciudad deberá participar en sus diferentes zonas urbanas (periurbanas o densas) de esa estrategia sostenible de cuidado tanto del medioambiente como de su propia salud, evitando la contaminación de sus espacios internos en todos los aspectos (polución, ruido, estética...), aumentando el carácter vegetal y verde de los espacios públicos y, a la vez, reduciendo la presencia del coche en ellos. El peatón (todos los somos) deberá ser el verdadero usuario de los espacios públicos para disfrutarlos y vivirlos.
Respecto al cambio climático, uno de los elementos más desconocidos aún es el del carbono azul (frente al verde) y sus sumideros, asociado a los ecosistemas costeros y fundamental también para mantener el bienestar humano y la biodiversidad global. Marismas, manglares y pastos marinos ofrecen, según los informes de asociaciones de conservación de la naturaleza y del IPPC, numerosos beneficios y servicios que contribuyen a la capacidad humana de mitigación y adaptación a los impactos del cambio climático. Este verdor marino, asimismo, reduce notablemente los efectos del oleaje sobre la costa, disipando su intensidad, por lo que su interés es muy destacado en la incorporación de políticas ambientales (sabiendo que, en cualquier caso, los manglares son un ecosistema tropical). Es sintomático cómo hace más de trescientos cincuenta años la preocupación por el uso forestal sostenible estaba muy vinculada a la guerra y a la producción maderera al servicio de ella (Evelyn en 1664 partió de las necesidades de la Royal Navy, y Colbert, Ministro de Finanzas de Louis XIV, también manejó la idea en 1669 respecto a los bosques franceses), y se quisieron preservar los bosques como valor económico. No estaríamos nada lejos hoy de una valoración también económica de las infraestructuras verdes, aunque en una guerra diferente...
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