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Este 8 de marzo, junto con otras muchas mujeres y hombres, queremos hablar de una realidad que durante demasiado tiempo ha sido normalizada, ocultada o ... negada: la violencia sexual en todas sus formas, desde el acoso hasta la agresión y la violación.
Los últimos acontecimientos nos han mostrado cómo hombres con poder han ejercido y ejercen violencia sexual con total impunidad. Y cómo, cuando se han sentido expuestos, han intentado minimizar o negar los hechos. Pero también nos han mostrado algo más: que el feminismo ha cambiado las reglas del juego. Ya no es tan fácil encubrirse ni salir indemnes. Hemos demostrado que el poder ya no puede silenciar completamente los testimonios ni denuncias de las víctimas ni su repercusión pública. Esa cultura de la impunidad que aún persiste y que denunciamos se está desmoronando porque el feminismo ha cambiado la percepción social de estas violencias. Ya no pasan desapercibidas, ya no se silencian ni se toleran. Cada vez más, la sociedad las identifica, las rechaza y las víctimas la denuncian.
Aun así, sigue siendo difícil para muchas personas entender por qué las mujeres no denuncian, estando tan claro. No es por resignación, es por miedo a enfrentarse a quienes tienen poder para tomar represalias. Por miedo y vergüenza a una sociedad que de manera tan injusta sencillamente no las cree o las culpabiliza, cuestiona y juzga mientras olvida a los agresores. Por desconfianza en una justicia que demasiadas veces las ha fallado y revictimizado. Por el coste económico, psicológico y físico que supone enfrentarse a este tipo de procesos que pueden alargarse durante años…
También está siendo difícil comprender por qué muchas mujeres solo desean compartir su testimonio, contar lo que les ha sucedido. Y se desdeña la importancia de estas narraciones que rompen el silencio y nos hacen conscientes de que estas violencias son el pan nuestro de cada día, de que la violencia sexual no es un hecho aislado, sino que forma parte de un sistema de opresión patriarcal. Como señala Cristina Fallarás, la violencia sexual se silencia sistemáticamente por lo que su relato (#Cuentalo, tras la sentencia inicial contra 'La Manada', #SeAcabo tras el beso no consentido de Rubiales y la recopilación 'Ahora contamos nosotras'), es un acto de resistencia de las mujeres que genera una memoria colectiva, ayuda a las que la han sufrido e impulsa un cambio en la forma en que la sociedad percibe esta terrible violencia.
Por ello, desde el movimiento feminista decimos a las mujeres agredidas: no estás sola, busca ayuda, comparte tu experiencia, tu testimonio y denuncia si así lo decides, sabiendo que denunciar no es la única respuesta. Y sobre todo: no denuncies sola. Acompáñate de otras víctimas, que suele haberlas. Asesórate en asociaciones con experiencia. Prepárate mental y psicológicamente. Recuerda que juntas somos más fuertes.
Sin embargo, no basta con que las mujeres denuncien, con que la sociedad rechacemos estas violencias y las apoyemos. Necesitamos mecanismos reales y eficaces para combatirlas. Por eso exigimos protocolos de actuación frente a las violencias sexuales claros y efectivos en las Administraciones, en los espacios de trabajo, en los centros educativos y en las organizaciones sociales, sindicales y políticas. Protocolos que respondan a las necesidades de las mujeres, que garanticen privacidad y anonimato cuando se requiera, que ofrezcan protección eficaz y que aseguren una verdadera reparación a las víctimas. Y exigimos a instituciones y organizaciones que sean proactivos y que inicien expedientes informativos internos, aunque no exista una denuncia. Sin estos mecanismos, la impunidad seguirá en buena medida intacta y el miedo silenciará a las víctimas.
Además, exigimos que los avances feministas que han calado en la ciudadanía sean también asumidos por la judicatura. Que nunca más se repita un interrogatorio como el del juez Carretero, que revictimiza y humilla. Que el consentimiento sea entendido en su totalidad. Que se reconozca el impacto psicológico de estas violencias y las reacciones de las mujeres. Que la justicia deje de ser parte del problema y comience a ser parte de la solución.
Porque el miedo está cambiando de bando. Porque no nos vamos a callar más. Porque no vamos a parar hasta erradicar la violencia sexual de nuestras vidas.
Se acabó.
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