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En un momento en que la salud mental ocupa cada vez más espacio en el debate público, resulta llamativo el silencio que aún pesa sobre ... la salud mental de las madres, especialmente de las gestantes, parturientas, puérperas y madres recientes. El sufrimiento psíquico de muchas de estas mujeres continúa siendo invisible y siguen sin atenderse las causas que lo generan.
Sabemos que entre un 14 y un 23% de las mujeres presentan síntomas depresivos durante el embarazo y que hasta un 30% pueden sufrirlos en el posparto. Alrededor del 10% experimentan ansiedad y un porcentaje no pequeño puede desarrollar trastorno de estrés postraumático relacionado con el parto. Y que muchas, muchísimas padecen 'burnout' materno, un cansancio crónico debido a la ausencia de ayudas a la crianza y a la desigual carga de cuidados con las que 'maternan'.
Uno de los grandes factores de sufrimiento psíquico materno es la violencia obstétrica. A través del intervencionismo injustificado, la desinformación, la infantilización o la negación del consentimiento informado, muchas mujeres viven sus partos y pospartos con un sentimiento de vulneración que el sistema sanitario y también jurídico tienden a negar. Sin embargo, respetar la fisiología, los cuerpos y las decisiones de las mujeres y reconocer el puerperio como una etapa de alta vulnerabilidad emocional es no sólo una cuestión de derechos humanos y reproductivos, sino una intervención preventiva en salud pública y un requisito para una buena salud mental perinatal.
Pero tampoco podemos desligar el sufrimiento emocional de las madres de las condiciones materiales. Como señala la socióloga Patricia Merino, el nacimiento de un hijo puede suponer para muchas un descenso directo a la pobreza. Maternar en soledad, en la precariedad, en la pobreza o en situaciones de violencia no sólo mina la salud mental de las madres: deteriora la sociedad. Un mercado laboral no adaptado a la vida y a los cuidados pone también en riesgo la salud mental al obligar a hacer malabarismos a muchas madres o a abandonar sus empleos por no ser compatibles con el cuidado de sus hijos e hijas (84,4% de las excedencias sin remunerar y 92,9% de las reducciones de jornada son solicitadas por mujeres) lo que las precariza y les hace dependientes económicamente. Por ello, urge hablar de una renta universal por crianza, de que el permiso maternal no excluya a más del 30% de las mujeres trabajadoras por su situación laboral o administrativa, de ampliar este permiso más allá de las 16 semanas actuales, de disponer de medidas y de recursos remunerados para la crianza y de establecer nuevos permisos vinculados al cuidado materno: preparto para proteger la última etapa del embarazo y puerperal para facilitar la recuperación del parto.
A pesar de todas estas situaciones y hechos, aún no existe suficiente conciencia de que la salud mental de las madres debe ser cuidada, que se necesita una mirada más respetuosa y empática hacia la maternidad y una mayor protección familiar, social, laboral y sanitaria.
Desde el activismo social y profesional se reclama a políticos, gestores y profesionales sanitarios que se pongan del lado de la evidencia científica y de los derechos de las mujeres. Es hora de cambiar, de una vez por todas, el modelo biomédico, intervencionista y paternalista de atención al parto y nacimiento. Las mujeres necesitan respeto, información, escucha, acompañamiento y profesionales actualizados.
Urge que nuestro sistema sanitario entienda la importancia de cuidar la salud emocional de las mujeres durante sus procesos reproductivos y cuente con dispositivos especializados preparados para prestar una atención psicológica perinatal accesible, hoy prácticamente inexistente, pero cuya necesidad se recoge en el Plan de Acción de Salud Mental 2025-2027.
España necesita situar la maternidad en su agenda política como una cuestión de justicia social, de equidad de género y de salud pública. La semana de la Salud Mental Materna que se celebra del 1 al 7 de mayo es una ocasión para recordar todo esto. Para decir que no hay salud sin salud mental. Que cuidar a las madres es cuidar la vida. Y que si queremos fomentar la natalidad y mejorar la salud de las y los bebés y sus familias tenemos que empezar por garantizar que maternar no implique perder salud, empobrecerse o sentir: «Estoy desbordada. Ya no puedo más».
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