El descanso del tiburón
Llama mucho la atención en Occidente que China sea uno de los países que más innova en el mundo
En contraste con la imagen adocenada, antipática y sombría que proyectan de China los medios occidentales, sorprende que, de hecho, sea uno de los ... países más innovadores del mundo (12º en la clasificación mundial de la WIMO y líder mundial en el registro anual de patentes). Si entendemos la innovación como el proceso de creación de ideas originales y valiosas que generan riqueza económica o social, llama mucho la atención, en Occidente, que China sea uno de los países que más innova del mundo. Pero, ¿acaso se puede alimentar un ecosistema innovador con un modelo educativo que, según se dice, está basado en la repetición memorística que preferencia la obediencia y no fomenta la imaginación? ¿Cómo tienen los chinos tantas ideas innovadoras si -se supone- no pueden expresarse con libertad, no tienen acceso a información independiente, su sentido crítico está condicionado por la propaganda oficial y su creatividad poco incentivada o sujeta a cortapisas?
En primer lugar, porque son muchos. Además, nunca antes han tenido a su alcance tantas posibilidades de innovar como ahora. Desde que la dinastía Qin unificara el país (siglo III a.C.), China ha estado gobernada por un sistema imperial fuertemente jerarquizado, autoritario y dinástico que, sin embargo, logró convertirla en una superpotencia innovadora. Muestra de ello es que fue en China donde se alumbraron las principales innovaciones que permitieron a Occidente evolucionar de la Edad Media a la modernidad: la pólvora, el papel, la imprenta y la brújula. Aquí va otra paradoja: históricamente, en los procesos de innovación que tuvieron lugar en China nunca se pretendió construir un sistema lógico o empírico-deductivo. Esto, al contrario que en Occidente, lastró su modernización. ¿Cómo se explica, entonces, el actual auge innovador e inventivo chino pese a que su entorno educativo y social, aparentemente, no lo fomente?
Afirma el sinólogo español Manel Ollé que lo sorprendente no es tanto la cantidad de capacidades censuradas que hay en China como todo lo que son capaces de hacer los chinos pese a la censura. China lidera ya sectores científicos y tecnológicos de importancia estratégica futura crítica. Es más, en los últimos años China se ha convertido en un verdadero acelerador de novedades disruptivas; esto es, de aquellos procesos o tecnologías que generan cambios radicales y globales en toda una industria. Y, precisamente, en esa capacidad de 'aceleración' reside gran parte del potencial innovador actual de China. Así, paradójicamente, ni la alta velocidad ferroviaria, ni los pagos móviles, ni el comercio electrónico, ni los vehículos compartidos de la economía circular son invenciones originalmente chinas y, sin embargo, la adopción masiva de estas herramientas y su capacidad de iterarlas, readaptarlas y mejorarlas, ha logrado que hoy el gigante asiático sea el líder en todas ellas.
Hace poco comentaba estas paradojas con un amigo que trabaja, precisamente, en la punta de lanza de la inversión capital-riesgo en 'start-ups' tecnológicas en China. Su respuesta es contundente y muy simple: «este mercado es una piscina de tiburones y la necesidad agudiza el ingenio». Son siempre muchos los que compiten en China por oportunidades que, aunque abundantes, nunca son suficientes para satisfacer a la mayoría de los que compiten. Esta competitividad tan típicamente chinesca la explica el espíritu naturalmente emprendedor, curioso, despierto y ambicioso de los chinos. El gobierno chino lo sabe y lo fomenta; conoce bien que la innovación ya no representa una aspiración puramente teórica, sino todo un imperativo del que depende la productividad nacional, el crecimiento económico y su propia legitimidad. Con una pirámide poblacional cada vez más envejecida y tasas de natalidad muy bajas, la 'fábrica del mundo' ya no puede mantener su competitividad a base de mano de obra barata.
Por otro lado, el retorno de la inversión en activos fijos es mucho menor que hace tan sólo una década. Por este motivo, China está obligada a que la innovación alimente, al menos, el 50% del crecimiento anual de su PIB en las próximas décadas. También por este motivo, el propio gobierno chino juega un papel crucial en la innovación que hoy tiene lugar en China. Otra paradoja: aunque, a priori, parezca que el gobierno del Partido Comunista chino recela de cualquier tipo de disrupción que pueda comprometer su poder o poner en peligro la estabilidad del sistema que controla, es el sector público el principal inversor e impulsor de la innovación en el país.
Hay un club nocturno en Shanghai famoso por exhibir, en su entrada, una enorme pecera llena de tiburones. Siempre que lo veo recuerdo lo que leí una vez: el tiburón es un animal al que su propia fisonomía no permite dejar de nadar. Su mecanismo respiratorio le exige nadar continuamente para poder llevar agua a las branquias. Si para de moverse, no puede respirar y se muere. La innovación -como otras tantas cosas-, también es una cuestión de supervivencia.
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