Al son arancelario de Trump
Urge que la UE halle una estrategia unitaria que dé la vuelta a la desazonadora impresión de que solo le queda ceder para minimizar el destrozo, que tendrá consecuencias notorias en Cantabria
La esperada –y temida– carta anticipada por Donald Trump a los socios de la UE, a la manera en que lo ha ido haciendo con ... otros países de la comunidad internacional condicionada por sus arbitrarios y volubles designios, plasmó ayer negro sobre blanco la imposición de un arancel general por parte de Estados Unidos a Europa del 30% a partir del 1 de agosto. Un golpe más agresivo y desafiante que con el que amenazó el 'Día de la Liberación' hace más de tres meses. Baste constatar, para volver a calibrar la disonancia entre los usos del mandatario estadounidense y los que requiere la cortesía entre viejos aliados, que hizo pública una decisión de este calibre a través de su red social, Truth; y que la presentó como «un honor» en aras de la consideración que guardaría hacia los europeos. Una vez más, y el desafío es cada vez más retador, Trump opera bajo unos parámetros que, en sí mismos, obstaculizan al extremo cualquier posibilidad de entendimiento racional y razonable. Porque es casi imposible negociar bajo los mecanismos protocolarios de la UE con el líder de la que sigue siendo la principal potencia global, aunque lo sea en decadencia, si éste prosigue con un estilo despreciativo e impositivo. Unos modos, nutridos de argumentos tan falaces como que la UE se creó para perjudicar los intereses económicos de los estadounidenses, que comienzan a asemejarse inquietantemente a una suerte de matonismo diplomático y comercial.
Pero evidenciado lo obvio por enésima ocasión –que Trump juega en un terreno de juego que no es el de la Europa de las reglas y la coexistencia pacificada–, lo peligroso es que, 'de facto', la comunidad internacional ya está sometida al nuevo 'orden arancelario' del líder de EE UU. Porque la tasa universal del 10% implementada hace semanas, con castigo superior para las exportaciones europeas de acero o automoción, tuvo que ser respondida por la UE con represalias parejas sobre 1.700 productos estadounidenses. El Ejecutivo de Ursula von der Leyen respondió a la bofetada de Trump haciendo lo que debe –mantener la mano tendida a la negociación para evitar la guerra total desde agosto–, aunque advirtiendo de que podrá escalar su respuesta con iniciativas «proporcionadas» y avisando de los riesgos «disruptivos» para los suministros globales. Pero lo que urge es hallar una estrategia, siempre unitaria, que dé la vuelta a la desazonadora impresión de que a Europa no le queda más que ceder para intentar minimizar el destrozo del baile arancelario trumpista.
El efecto que tendrá en Cantabria la guerra comercial entre Estados Unidos y Europa, de confirmarse los aranceles anunciados por Trump a la UE, será indudable. Aunque el peso de las exportaciones de la Comunidad a EE UU es pequeño, ya que no llegan a los cien millones de euros (un 2,7% de los 3.448 millones que suman la ventas regionales en el exterior), la incidencia indirecta será notable, y la convulsión se dejará sentir en el crecimiento local. En una economía internacional tan interconectada, buena parte de nuestras ventas a la Unión Europea, por ejemplo en componentes de automoción, uno de los sectores más afectados, sufrirán un fuerte castigo. Y el debilitamiento general que provocan los obstáculos al libre comercio, tanto en el ámbito nacional como en el europeo, tendrá un impacto añadido. Los potentes grupos empresariales de la región que cuentan con centros de producción en el país norteamericano salvarían parcialmente el escollo, aunque el freno general que la batalla arancelaria causaría en la economía mundial acabaría afectándoles.
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