El precio del desorden
La bajada de un 5,1% de las exportaciones españolas a EE UU por los aranceles exige una difícil búsqueda de nuevos mercados
Desde que Donald Trump resolvió enarbolar el hachazo arancelario como único procedimiento para resolver supuestas cuentas pendientes de su país con el mundo, las víctimas ... de su proteccionismo desinformado y primario sabían que la ruptura unilateral con las normas que gobernaban el comercio desde la Segunda Guerra Mundial tendría un precio. Ya llevan meses pagando, primero por la incertidumbre y después por los porcentajes arbitrarios, y las consecuencias se reflejan ya en las estadísticas. Como cabía prever, el coste para las economías exportadoras es oneroso.
En los turbulentos seis primeros meses de mandato del republicano, en un panorama en el que las ventas de España al exterior se situaron en máximos y llegaron a crecer un 1%, las exportaciones a Estados Unidos cayeron un 5,1%. Con los sectores del aceite de oliva y el automóvil como grandes damnificados. El déficit comercial de nuestro país con el estadounidense creció un 37%, aumentando aún más el desequilibrio entre ambos, cabe suponer que para satisfacción del promotor de este desorden. El 66% de la actividad en el extranjero se concentra en un millar de empresas, que configuran un ámbito muy sensible a los vaivenes. Europa sigue siendo el primer mercado para las firmas nacionales, que en la nueva coyuntura se ven forzadas a lanzar las redes en diferentes caladeros. Los cambios en los destinos de nuestros productos ya se venían registrando desde la pandemia y la posterior crisis logística. Lo demuestra el 7% de subida de los intercambios con Asia o África. Crecer en un ámbito maduro como el comunitario constituye un desafío al que, sin embargo, no hay que renunciar. Portugal compra a España más que China y EE UU juntos. El factor de proximidad sigue resultando determinante a la hora de conseguir clientes, sin olvidar el peso entre los consumidores de factores como la sostenibilidad, la calidad de los productos o la imagen de país.
Compensar la menor penetración en el mercado estadounidense, con su gran volumen de consumo por parte de la clase media, no será tarea fácil para España ni para el conjunto de Europa. Pero gran parte del mundo ha aceptado que la voluntad de Trump gobierne el comercio, apoyada no solo en el ventajismo económico más descarnado sino también con objetivos políticos. Bien los saben algunos de los Estados que todavía se resisten a sus tratos
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