La banda del Peugeot
Iba a escribir sobre el accidente aéreo y el azar que determinó quién iba a sobrevivir, o cómo, mientras en España se caían por fin ... los velos, Israel bombardeaba Teherán, pero debo reconocer que la actualidad patria era demasiado atrayente como para obviarla. Me siento orgullosa de pertenecer a esta profesión que desvela las corrupciones, siempre tan intrincadas, de los gobiernos e invita a reflexionar a los ciudadanos que han creído en los peces de colores.
Los políticos no son sino gestores de la gran empresa que es un país y, los que crean en las ideologías, que esperen sentados a sus salvadores. Los gobiernos de un color u otro se ocupan de la gestión, poniendo acento unos en la economía y reparto de dividendos y otros en lo social y en el control de las instituciones, y no hay más. El Gobierno de Rajoy cayó por lo mismo que caerá este; la corrupción, y esa avaricia y despotismo que conlleva el poder.
Sánchez, en su comparecencia compungida del jueves, dijo algo demoledor; él no sabía nada. Si le creemos, tenemos que considerar su ineptitud para gobernar, y si no le creemos, el resultado es casi peor, porque las tres personas implicadas no pueden controlar una ingeniería financiera como la que empezamos a ver y cuyos beneficios no solo eran para el lucro personal, sino que supuestamente financiaban el partido. En paralelo, los socios del Gobierno fruncían el entrecejo, pero no daban un paso al frente. Y la oposición seguía esperando una señal crepuscular. La banda del Peugeot tiene mucho que contar, pero a los ciudadanos lo que nos queda es desear que este colapso institucional se solucione.
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