El futuro se cultiva
Una oportunidad para el sector agroalimentario de Cantabria
El sector agroalimentario en Cantabria representa un pilar esencial de la economía regional: supone el 6% del PIB total y el 22% del PIB industrial, ... con especial peso en subsectores como el lácteo, el cárnico y la transformación pesquera.
Con más de 500 empresas, el 25% vinculadas a la industria pesquera, el 12% a productos lácteos y el 9% al sector cárnico, exportó en 2023 más de 376 millones de euros, un 11,2% del valor total exportado por la región. Francia, Portugal e Italia fueron los principales destinos y las conservas de pescado, el producto estrella.
Sin embargo, más allá de su peso económico, este sector encarna el carácter del territorio, su cultura y su compromiso con la sostenibilidad. Con un entorno natural privilegiado, avanzar hacia un modelo agroalimentario moderno y competitivo es imprescindible. Su capacidad para fijar población, vertebrar el territorio y aportar valor añadido lo convierte en estratégico.
Cantabria dispone de activos diferenciales: ganadería excelente, industria láctea consolidada, productos del mar de gran calidad y tradición artesanal reconocida más allá de nuestras fronteras. No obstante, enfrenta desafíos estructurales: una producción primaria muy atomizada, explotaciones de pequeña dimensión, dificultades para el relevo generacional y una creciente presión normativa en materia ambiental, de bienestar animal y lucha climática. A ello se añaden la volatilidad de precios, los mayores costes energéticos y una presión competitiva creciente.
No debemos competir en volumen, sino en calidad, trazabilidad e identidad territorial. Es necesario reforzar los vínculos entre el campo y la industria, y entre el productor y el consumidor. Impulsar la innovación, la digitalización y la venta de proximidad. Defender el valor añadido de lo local y garantizar un precio justo a agricultores y ganaderos.
Además, el producto local puede convertirse en un activo turístico de primer orden. El turismo gastronómico permite mostrar la riqueza del sector, fomentar el consumo de proximidad y estrechar el vínculo entre quienes producen y quienes consumen mediante experiencias enogastronómicas, visitas o ferias.
En paralelo, se impone avanzar en una internacionalización inteligente. No basta con exportar más: es necesario abrir mercados estratégicos mediante acuerdos, promoción exterior y presencia en plataformas digitales y ferias.
La colaboración público-privada será clave, así como una visión estratégica que combine políticas agrarias coherentes, investigación, formación y relevo generacional. La Política Agraria Común (PAC) 2023-2027 ofrece un marco favorable para reorientar el modelo productivo hacia prácticas más sostenibles, siempre con una distribución de fondos que atienda a las peculiaridades de Cantabria.
Resulta prioritario mejorar la integración vertical de la cadena de valor, favoreciendo la coordinación entre productores, industria y distribución. Esto reduciría intermediarios, mejoraría la eficiencia y aseguraría una retribución justa.
En segundo lugar, la innovación y digitalización deben convertirse en vectores de competitividad. Desde sensores para el control de explotaciones hasta plataformas de trazabilidad o análisis de mercados, la tecnología abre nuevas posibilidades. Iniciativas como la Expo Agritech muestran el potencial, pero su escalado exige apoyo financiero y técnico.
La especialización productiva y la diferenciación territorial también son claves. Apostar por marcas de calidad, denominaciones de origen y certificaciones es esencial para competir en mercados de valor, tanto dentro como fuera de España. El producto cántabro debe apoyarse en la calidad, la sostenibilidad y el origen.
En este contexto, la optimización logística y la mejora de la conectividad territorial resulta decisiva, especialmente en las zonas rurales. Invertir en infraestructuras y digitalización es vital para reducir costes y mejorar el acceso a los mercados.
El fomento de la economía circular y la bioeconomía ofrece oportunidades complementarias: desde la valorización de subproductos hasta el desarrollo de bioplásticos, biofertilizantes o energías renovables. Cantabria puede posicionarse como un referente en prácticas que combinan rentabilidad con regeneración ambiental.
La transición agroecológica es ineludible. La gestión eficiente de agua, energía, residuos y suelo debe guiar las políticas agrarias. Y la incorporación de jóvenes y la formación especializada son imprescindibles. A ello debe sumarse la promoción de la igualdad de género y la diversidad generacional en un sector con brechas importantes.
Cantabria tiene historia, talento y recursos para liderar un nuevo modelo agroalimentario más competitivo, sostenible y resiliente. Lo que necesita ahora es una visión compartida, inversiones inteligentes y una apuesta decidida por hacer del campo una palanca real de desarrollo regional.
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