Alegría
Retratar con crudeza, a ocasiones incluso excesiva, al ser humano, no está mal de vez en cuando. Para reconducir la conciencia. Porque, en cuanto se ... aleja un poco del eje, hay que hacerla volver. Es cuestión de seguir girando, eso lo sabemos, lo han dicho muchos. No obstante, no perdamos el sentido del humor. Ponerse a hablar ahora de ETA es adoptar un humor de pelea. Es buscar algo por las malas. Como invocándolo con anhelo oscuro. Y eso no, por favor, qué pena. Eso es muy chungo. Eso es arengar a los demonios. Porque, ojo. Seamos cuidadosos con los demonios. En este país tenemos muchos demonios. Por razones que ignoramos y que probablemente nos avergonzarían. Por algo le gustaba tanto España a Cioran. Por la cantidad de demonios que tenemos aquí. Agitando el subsuelo con fiereza y mala baba. Por algo, la picaresca y el esperpento nacieron en este cieno nacional y bajo este cielo de justicia. Fenómenos paranormales autóctonos que desde fuera se observan con cierta prevención.
Nuestra parte buena es, por el contrario, el sentido del humor y la alegría. Apelemos pues a esto segundo. Por favor. Tenemos talento. Nada confunde tanto al fanático como la alegría y el sentido del humor. El fanático belicoso no los entiende. Al fanático belicoso no le gustan la alegría y el buen humor: le desarbolan la mente. Por consiguiente, esa es la verdadera revolución, queridos revolucionarios despistados y melancólicos de hoy: la revolución de la alegría. Si todavía es posible. Si aún estamos a tiempo, Lutxo. Porque puede que la estemos perdiendo sin darnos cuenta, viejo gnomo. La alegría, quiero decir, le digo. Y me suelta: Esperemos que sea para bien.
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