El guante
Parece que Mazón ha dimitido. Al fin. Pero no hablemos más de Mazón, por favor. No hablemos siquiera de su calculada y cronometrada dimisión. Ya ... basta. ¿Podría haber dimitido antes? Sí, por supuesto. ¿Qué absurdo sesgo erróneo de la mente se lo ha estado impidiendo a lo largo de todo este tiempo? No lo sabemos. Sin duda, habría sido preferible. Sobre todo, para él mismo. Para su salud y su familia, quiero decir, naturalmente. Y ahora se siente una víctima. Lo que quiero decir, Lutxo, es que nos equivocamos una y otra vez. Constantemente. Casi sin darnos cuenta. Como títeres atrapados en sus hilos.
Nos equivocamos con fiereza, podría decirse. Como posesos. Como poseídos por el error. Ya lo decía Sandie Shaw: «Somos marionetas bailando sin fin en la cuerda del amor». Qué tiempos. Yo diría en la cuerda del error, pero es lo mismo, claro. No obstante, la frustración, hay que gestionarla. La frustración mal gestionada causa muchos problemas. Y ahora, los problemas son todos muy complejos. No olvidemos que la complejidad está de moda. De hecho, el auge de la complejidad lo está poniendo todo muy difícil. Hasta el concepto mismo de complejidad es complejo. Para empezar, ya todo es reversible. A todo se le puede dar la vuelta como a un guante. La mejor estrategia, la jugada mejor calculada, se te puede volver en contra. Como por arte de magia. En cuestión de segundos. El más listo puede acabar siendo el más tonto. El Tribunal Supremo se pone a juzgar públicamente y con mucha seriedad al fiscal general. Pero en realidad, lo que el resto del mundo va a juzgar es precisamente al tribunal, Lutxo, le digo. Y me suelta: Esperemos que sea para bien.
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