La creación de nuevas urbanizaciones en zonas rurales en Cantabria puede ser un factor de desarrollo decisivo para la región, en especial para su población ... joven.
Por un lado, ofrecería oportunidades para el desarrollo económico, cultural y social y para la mejora de las infraestructuras de los núcleos semiurbanos actuales, que perviven en un ambiente tradicional en escaso contacto con las áreas generadoras de bienes de consumo, de cultura y de servicios de última generación, atrayendo a nuevos residentes y fomentando el turismo, esa piedra filosofal, ese Midas moderno que todo lo convierte en oro.
Cantabria carece de un entramado industrial que pueda competir con los productos de alta tecnología que ofrecen las áreas más desarrolladas del planeta, y no hay visos de que este hecho contrastado pueda cambiar a corto o medio plazo, así que recurrir a otro tipo de generador económico, como el turismo en todas sus variantes o la segunda residencia, puede hacer que nuestra juventud no tenga que emigrar y que mejoren nuestras comunicaciones, lo que, a la postre, serviría para la futura ubicación en la región de distintos generadores de riqueza.
Sin embargo, también es importante considerar el impacto ambiental y social que esto puede tener en las comunidades existentes y en el entorno natural, por lo que el estudio de sus enclaves es fundamental para evitar la degeneración de los núcleos próximos, como sucedió en los años del urbanismo sin control de principios de siglo.
Es fundamental que los proyectos de urbanización se estudien de manera multidisciplinar y con criterios de sostenibilidad, respetando el entorno natural, tanto el paisajístico como el geológico y biológico, y la cultura local. Además, la participación de la comunidad en el proceso de planificación puede ayudar a asegurar que las nuevas urbanizaciones se integren bien y beneficien a todos.
En ningún caso debe volverse a producir un urbanismo con la única motivación de conseguir un rédito económico, sin consideración a otros factores como la conservación del entorno natural sin modificarlo negativamente o la integración en las redes locales y comarcales de servicios sin producir colapsos en ellos.
En Cantabria, aproximadamente el 30% de la población vive en áreas rurales; este es un dato que refleja la importancia de las zonas rurales en nuestra comunidad. La parte central, y aún más la sur, de nuestra región son las que contienen la mayor parte de los núcleos semiurbanos carentes de servicios y con escasos sistemas de comunicaciones; aquí es donde debe potenciarse el desarrollo de nuevos espacios urbanos, pues la zona norte, en especial la más próxima a la costa, ya ha sido sometida a un urbanismo descontrolado.
Esto no quiere decir que en la cornisa marítima deban restringirse nuevos asentamientos, sino que estos deben someterse a criterios distintos. La formación, en un futuro próximo, de una conurbación en la cornisa marítima que abarque todo el norte de la península es algo inevitable, ya que la tendencia a establecerse en las proximidades de la costa es algo propio de la civilización de nuestro tiempo. Ir contra tendencia suele abocar al fracaso.
Se formará cuando todas las comunicaciones, en especial el ferrocarril, sean las propias de un país desarrollado, pues las actuales no pueden ser utilizadas para unir residencia y trabajo, salvo que la distancia entre ellos sea muy corta y el trabajo no esté sujeto a horario comercial.
Las urbanizaciones que se emplacen en las zonas centro y sur de la región también deben estar conectadas, tanto con los núcleos semiurbanos próximos, para mejorar sus servicios y dotaciones, como con el eje de comunicaciones norte y con los que nos unen con la meseta.
Hoy, el suelo rural en Cantabria está regulado por distintas normas legislativas, desde la Ley del suelo de Cantabria, la Ley de Costas, pasando por los Planes Generales Municipales, hasta los Parciales, Especiales y Proyectos de urbanización; toda una legislación compleja para proteger y preservar el entorno natural y evitarla expansión descontrolada de la edificación, antes sujeta únicamente a la elaboración de múltiples promociones particulares sin conexión entre sí, que generaban un desastre en las redes urbanísticas y en el orden visual y formal de la edificación.
El suelo rural, según esta legislación actual, está destinado a actividades agrarias, forestales o ganaderas, con severas restricciones a la edificación, incluso a las necesarias para esos propios usos. Pero la realidad es otra, y la burocracia, reactiva, se niega a asumirlo; la verdad es que en el suelo rural de Cantabria quedan pocas actividades agrarias y ganaderas, y las pocas que existen son progresivamente deficitarias y desaparecerán a medio plazo. Solo la actividad forestal y la ganadera, concentrada y masiva, pueden tener un futuro económicamente autosuficiente.
Esto lleva a un abandono del suelo rural que favorece la aparición de incendios tanto naturales como provocados. Grupos pseudo-ecologistas con tendencias sociales impositoras de criterios retrógrados alaban esta situación y se oponen a una nueva regulación del suelo rural, pero se equivocan, el establecimiento de una población moderna y joven en el medio rural, creará un criterio conservacionista y nuestras florestas no tendrán que recurrir a un Silent Running para pervivir.
Por otro lado, la legislación actual permite la construcción desordenada en las coronas de los núcleos urbanos establecidos en medio rural, lo que provoca su degradación estética y colapsa sus redes y dotaciones.
En su lugar, unas urbanizaciones separadas visualmente de estos núcleos, pero con proximidad suficiente para mejorar su aspecto social, cultural y económico, para lo que deberán poseer una autosuficiencia total en dotaciones y servicios urbanísticos, ayudarían a conservar nuestro patrimonio y a eliminar la despoblación progresiva de nuestra Cantabria.
Y no olvidemos que no solo deben ser económicamente autosuficientes y deflactoras de la reactiva burocracia actual de nuestra región, sino que tienen que servir para generar un crecimiento de nuestro PIB sin que empeore nuestro IFNB.
Firman este artículo los siguientes socios de Foramontanos Siglo XXI: Carlos Casanueva (Arquitecto), Alberto Antolín; Daniel Casanova; Carmen Carrión; Manuel Ángel Castañeda; Alberto Cuartas; Javier Domenech; Antonio Eraso; Alberto Fernández de la Pradilla; Carlos Fernández-Lerga; Tomás Ramón Fernández; Fernando García Andrés; José García-Morales; Mercedes Ortega; Juan Manuel Pérez De Guzmán; Julio Rama; Pedro Rivero; Carlos J. Rodríguez; Eduardo Rodríguez Rovira; Carmen Sáiz Ipiña; Marisol Ugarte; Juan Ramón Vega y Eduardo Zúñiga.
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