El latido de Santander en Semana Grande
Las fiestas han sido una vez más lo que deben ser: una afirmación colectiva de identidad, de alegría, de pertenencia
Hay momentos en los que una ciudad respira al mismo ritmo. En los que se siente un latido común. Una energía que lo envuelve todo. ... Acaba de terminar una Semana Grande histórica, la más extensa de cuantas hemos celebrado, y lo primero que quiero hacer es dar las gracias. Con calma, con emoción, con todo el orgullo que siento por ser vuestra alcaldesa.
Gracias a quienes habéis hecho posible que nuestras calles se llenaran de vida, de alegría, de música, de cultura y de reencuentros. Gracias a quienes os habéis sumado, desde el entusiasmo y el respeto, a una celebración que ha demostrado que esta ciudad sabe disfrutar sin perder la medida, que sabe abrirse sin dejar de reconocerse.
Once días de intensa actividad no se improvisan. Detrás de cada caseta, pasacalle, de cada concierto, de cada punto de encuentro y de cada espectáculo, hay muchas horas de trabajo de equipos municipales, peñas, colectivos vecinales, hosteleros, técnicos, voluntarios y profesionales de todos los sectores. Mi gratitud es para todos vosotros. Habéis hecho que esta Semana Grande esté a la altura de lo que merece Santander.
Y si ha sido grande por la duración y por el programa, lo ha sido más aún por la convivencia, por el ambiente familiar, acogedor, que se ha respirado en cada rincón. Lamentablemente dos sucesos que condenamos con la máxima firmeza, y que han coincidido con fechas festivas, han tratado de empañar la convivencia de los santanderinos que habéis participado con responsabilidad. De quienes habéis sabido combinar el bullicio con el civismo, la diversión con el respeto a los demás.
Miro atrás y veo una ciudad orgullosa de sí misma. Unida por las tradiciones que nos identifican y por las nuevas formas de vivir la fiesta. Un cartel taurino que ha llenado la plaza y ha reforzado el papel de nuestra feria del Norte. Una feria de día renovada, plural, llena de sabores, de animación, de peñas que lo dan todo. Una música que ha invitado a todas las generaciones a salir a la calle. Un público entregado, multicolor, variado, que ha sabido reír, bailar, compartir.
También hemos acogido a miles de visitantes que han elegido nuestra ciudad para pasar estos días. Les hemos mostrado lo mejor que tenemos: nuestra hospitalidad, nuestra oferta cultural, nuestra gastronomía, nuestro entorno. Pero, sobre todo, les hemos mostrado cómo sabe celebrar Santander. Y muchos de ellos volverán. Porque han encontrado aquí algo más que unas fiestas: han encontrado una ciudad viva, abierta, que se siente orgullosa de lo que es.
El éxito de esta Semana Grande no se mide únicamente en cifras ni en grandes titulares. Se mide en gestos pequeños: en la complicidad entre desconocidos en una verbena, en la amabilidad de quien ofrece una dirección a un turista, en la naturalidad con la que compartimos espacio, en la sonrisa de los niños al ver un desfile o los fuegos artificiales. Esas escenas, que se repiten miles de veces, son las que definen el espíritu de nuestras fiestas. Son las que quedan.
Quiero hacer también una mención especial a los trabajadores municipales y a los equipos de emergencias y seguridad. Gracias a los servicios de limpieza, jardines, transporte, protección civil, Policía Local, bomberos, TUS, bomberos voluntarios y técnicos de las diferentes áreas del Ayuntamiento. A los sanitarios, al personal de los talleres, a los responsables de escenarios, luces, sonido y producción técnica. A quienes, en turnos largos y en jornadas maratonianas, han estado donde hacía falta para que todo saliera bien. Habéis sido pieza clave de este engranaje que ha funcionado con precisión y con compromiso.
Y no puedo dejar de agradecer al área de Festejos, con su concejal al frente, Fran Arias, por la coordinación, por la entrega, por el esfuerzo de sacar adelante una programación tan extensa, tan diversa y tan bien recibida. Y eso no es fruto del azar. Es fruto del trabajo.
Sé que no hay fiesta sin esfuerzo. Que detrás del bullicio hay mucho que organizar, que prever, que cuidar. Que las cosas salgan bien no es noticia, pero requiere una dedicación que merece ser reconocida. Y como alcaldesa, quiero que quienes habéis contribuido a este éxito sepáis que vuestro trabajo tiene valor, tiene sentido, y es apreciado por los vecinos.
Ahora que las calles recuperan su pulso habitual, que desmontamos escenarios y retiramos decorados, nos queda el eco de estos días. Una memoria común, compartida, que nos conecta como ciudad. La Semana Grande ha sido una vez más lo que tenía que ser: una celebración de lo que somos. Una afirmación colectiva de identidad, de alegría, de pertenencia.
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