La infancia nos pide responsabilidad
Hoy, 20 de noviembre, es el Día Mundial de la Infancia
Nos volvemos adultos y se nos olvida la sensación de desprotección que podíamos sentir cuando éramos niños. La falta de madurez y de experiencia cuando ... somos pequeños hace que necesitemos guías que nos ayuden a conducirnos por el mundo con confianza y seguridad. Recibimos pautas de cómo cruzar una calle, manejar objetos cortantes o acercarnos a desconocidos. Sin embargo, no nos han orientado, o no lo suficiente, sobre los riesgos que nos llegan a través de la tecnología. Vista como una oportunidad, hemos querido que todos tuvieran acceso a ella. Es un derecho esencial para ejercer otros derechos fundamentales. Permite acceder a información prácticamente ilimitada, estimula la creatividad, amplía las posibilidades de comunicación y abre nuevas vías de aprendizaje. Pero también tiene riesgos.
El uso intensivo y sin acompañamiento de la tecnología debería ser en estos momentos una cuestión de salud pública, debido a sus efectos en el desarrollo de la infancia y adolescencia. No hablamos solo de amenazas externas (ciberacoso, acceso a pornografía o violencia, pérdida de privacidad), sino también de consecuencias más sutiles, pero igualmente preocupantes: sobreexposición, pérdida de hábitos saludables, fatiga mental, presión por la imagen o aislamiento.
Para comprender con precisión el impacto digital en el bienestar de la infancia, se ha realizado un estudio con casi 100.000 adolescentes de más de 450 centros educativos liderado por Unicef España, la Universidad de Santiago de Compostela (USC), el Consejo General de Ingeniería Informática (CCII) y la Entidad Pública Empresarial, Red.es. Este estudio ofrece una radiografía sin precedentes sobre los hábitos digitales de la adolescencia en España y el impacto en sus vidas.
Los derechos de la infancia no son simples palabras en un papel o ideales lejanos
Alguna de sus conclusiones son que los adolescentes son conscientes de los riesgos, pero necesitan acompañamiento, educación y herramientas para afrontarlos. Hay que seguir mejorando en la promoción de hábitos sanos en el hogar y evitar costumbres como usar el móvil durante las comidas y/o las cenas familiares. No dormir con el móvil en la habitación y dar ejemplo, hace que las tasas de usos problemáticos y conductas de riesgo online puedan reducirse a la mitad.
Esta llamada a la responsabilidad de los adultos, como ejemplo y guía, ha estado presente en la reflexión de los Consejos Locales de Infancia de Cantabria reunidos en el segundo encuentro autonómico celebrado el pasado mes de octubre. Una treintena de niños y niñas de entre 10 y 17 años trataron en Polanco la situación de los derechos de la infancia en el ámbito digital. Sus propuestas se llevan este viernes, por primera vez, a la Comisión de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad del Parlamento de Cantabria.
Acuden representantes de los Consejos Locales de Camargo, Comillas, El Astillero, Polanco y Suances. Llaman la atención sobre la responsabilidad en el mundo digital. La responsabilidad de ellos mismos, qué deben hacer para mejorar su experiencia y seguridad digital; de su entorno más cercano, como es su familia y escuela; y la sociedad, en la que se encuentra el mundo empresarial y el político. Esta llamada a la responsabilidad pretende impulsar la coordinación entre familias, escuelas, administraciones, sector tecnológico, medios de comunicación, sociedad civil e investigadores para una acción coherente y eficaz, basada en el principio del interés superior del menor.
Es con motivo del Día Mundial de la Infancia, cada 20 de noviembre, cuando Unicef hace un esfuerzo mayor para que los niños, niñas y adolescentes hagan oír sus opiniones y propuestas. La infancia está en un mundo moldeado por decisiones que no ha tomado, y carga con el peso de las consecuencias de decisiones que toman los adultos.
Y aunque la experiencia y las circunstancias de cada niño son únicas, todos los niños del mundo se despiertan con los mismos derechos: el derecho a recibir educación, a jugar, a ser protegidos, a estar sanos y a poder desarrollar todo su potencial.
Los derechos de la infancia no son simples palabras en un papel o ideales lejanos. Son una promesa viva, un compromiso que debe renovarse y realizarse a través de acciones e inversiones cotidianas. Renovar esta promesa requiere algo más que cambios de política o compromisos financieros. Requiere empatía y valentía por parte de las personas, las comunidades y los líderes por igual. Exige que reconozcamos no solo la vulnerabilidad de los niños, sino también su capacidad de acción y su potencial.
Escuchemos a los niños. Veamos el mundo desde su perspectiva. Tomemos el testigo de sus necesidades y sus propuestas. Y renovemos nuestro compromiso, invirtiendo en ellos y apoyándolos verdaderamente para construir un futuro mejor. Encendámonos para defender sus derechos.
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