Flores para Rapún
En esta época prosaica y tecnológica ya nadie muere de amor, pero no siempre fue así. Hace menos de un siglo –mañana lunes se cumplen ... ochenta y ocho años– un teniente llamado Rafael Rodríguez Rapún fallecía en el Hospital de Sangre de Santander tras haber sido alcanzado por fuego enemigo. Nunca quedó claro si, como dicen los historiadores, permaneció impasible ante un bombardeo, sentándose para buscar refugio, o si, según asegura la leyenda, saltó de una trinchera en plan kamikaze. El caso es que tres días más tarde fallecía y le enterraban en Ciriego. Exactamente, un año más tarde de que asesinaran a Federico García Lorca.
Rapún, a quien Lorca llamaba 'Tres erres', es un pequeño misterio de la historia de la literatura. O, al menos, de esa que no sale en los libros de texto. Era un ingeniero de minas más interesado en la poesía y el fútbol que en la aritmética, que acabó abandonando por otra pasión, el teatro. En el grupo La Barraca trabó contacto con Lorca, y su amor fue un secreto a voces. El poeta, profundamente enamorado de aquel veinteañero atlético y con hoyuelo en la barbilla, le dedicó sus 'Sonetos del amor oscuro', pero el estallido de la guerra civil truncó su futuro. La noticia del asesinato de Lorca trastornó a Rapún, que se alistó en las milicias y fue destinado al frente norte, donde le encontró la muerte; aunque, según su amiga María Teresa León, era él quien la iba buscando.
Olvidado durante décadas, su figura se ha reivindicado en los últimos años; sobre todo, por Javier Valera, quien dedicó los últimos años de su vida a luchar por recuperar la memoria del último hombre que murió de amor. Qué menos que unirse mañana a la ofrenda y llevar flores a Rapún.
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