Contemplando un golpe de Estado
El cambio de régimen no es el resultado de actos realizados dentro de la estricta legalidad, sino que se sitúa en una zona gris que puede calificarse de alegal
La expresión 'Estado de excepción' siempre me ha parecido muy esclarecedora: la suspensión de ciertas leyes que rigen la normalidad y su sustitución por leyes ... que rigen durante el periodo de excepción. Pero esto puede hacerse con intenciones opuestas; si bien –en ambos casos– predicando un mismo objeto, la defensa de la democracia.
Puesto que son opuestas, una de las dos ha de ser malintencionada; no buscar la defensa del statu quo –la democracia representativa– sino un cambio de régimen al que también denominan democracia, pero con otro calificativo: popular, iliberal.
Es el caso del nacional-populismo americano, un régimen autoritario apenas disfrazado con libertades alternativas como sería establecer un derecho al voto regido por leyes electorales muy restrictivas, con objeto de perpetuar el partido único. El cual ha empezado por secuestrar un partido liberal (el GOP estadounidense) y, ahora, el propio poder central. Es el movimiento denominado MAGA, según sus siglas en inglés, 'Recuperar la Grandeza de América'.
El cambio de régimen no es el resultado de actos realizados dentro de la estricta legalidad establecida, sino que se sitúa en una zona gris que puede calificarse de alegal –ni legal ni ilegal– y, en el peor de los casos, mediante actos manifiestamente ilegales que se imponen por la fuerza; es decir, atemorizando a las autoridades encargadas de hacer respetar dicha legalidad, haciendo caso omiso de sus dictados porque carecen de la fuerza necesaria para imponer su cumplimiento. En este caso puede hablarse con toda propiedad de 'golpe de Estado'.
Dejando a un lado las actuaciones de Trump en el ámbito del comercio internacional para centrarnos en su política nacional, se pueden percibir señales inequívocas no ya de sus claras intenciones de realizar un cambio de régimen sino de la forma con que pretende llevarlo a cabo. Para ello hemos de tener presente que todas sus acciones tienen una doble lectura: la versión oficial, con una aparente respeto a la legalidad; y la versión alternativa, dirigida a sus seguidores, donde se insinúan con un guiño las verdaderas intenciones. Un par de ejemplos para que se entienda.
Uno. La nominación de las instalaciones militares en el sur de Estados Unidos llevaban nombres de héroes sudistas de la Guerra Civil, bautizadas así con fines electorales hace muchos años. Estas instalaciones fueron rebautizadas durante los gobiernos de Obama y Biden con nombres más eclécticos; verbigracia, 'General Lee' –el líder militar sudista– pasó a llamarse 'Liberty'. Trump ha devuelto a dichas instalaciones los apellidos originales; pero ha sustituido el nombre del general sudista por el de un soldado con el mismo apellido, condecorado por un desconocido acto heroico. Versión oficial cuya verdadera intención es que los sudistas sigan homenajeando a los héroes sediciosos, en la mayoría de los casos ignorantes del cambiazo.
Dos. Trump ha organizado un desfile militar en Washington, a la manera del Kremlin en Moscú, para celebrar el 250 aniversario de la creación del ejército americano. Versión oficial cuya verdadera intención es celebrar el 79 cumpleaños del presidente Trump; próximamente rey-emperador, aunque siga denominándose presidente.
Para mayor escarnio, el desfile se realizó la misma semana en que Trump desplegó la Guardia Nacional en Los Ángeles contra la voluntad del gobernador de California. El hecho de que un juez haya decretado que tal despliegue es inconstitucional no ha impedido en absoluto su demostración de fuerza. Es más, ha asegurado que va a hacer lo mismo en todas las ciudades que se manifiesten contra sus abusos de autoridad, declarando que se trata de insurrecciones contra el Estado, como forma de justificar el 'Estado de excepción' que de hecho está imponiendo sin declararlo oficialmente.
Está claro que Trump ha iniciado su prometida campaña contra el 'enemigo interior'. Una campaña cuyo fin real no se declara. Sabemos dónde ha empezado, Los Ángeles, pero esto parece el principio de una campaña que va a expandirse a nivel nacional. Y ya no será solo la utilización de la Guardia Nacional, sino de unidades del Ejército que, constitucionalmente, solo deben utilizarse previa declaración del Estado de excepción.
Entre tanto, también de forma dudosamente legal, continúa su campaña de deportaciones masivas (no menos de tres mil diarias es la orden) que, ingenuamente, algunos pensábamos que serían parte de sus operaciones propagandísticas; pero que, en este caso, han adquirido un trágico significado.
Por otra parte, con el fin de asegurar su propia consolidación en EEUU, el trumpismo está apoyando descaradamente a los movimientos pro-MAGA europeos (el penúltimo en Polonia) con el transparente objetivo de que el nacional-populismo predomine también en Europa. Si en Europa se produjeran similares cambios de régimen, de forma predominante, habría cambiado el actual sistema político establecido en lo que conocemos como Occidente: Europa más América. Con este cambio la democracia pasaría una vez más a la historia.
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