Guerra cultural
Los Estados europeos y americanos están muy polarizados: la izquierda parece a la defensiva y la derecha va a por todas en casi todas partes
Después de años motejando de 'guerracivilismo' lo que denomino 'Guerra Civil Fría', he llegado a la conclusión de que sus actuales actores utilizan un nuevo ' ... nom de guerre' más afortunado: guerra cultural. Después de todo, toda guerra civil puede verse como un enfrentamiento entre dos culturas distintas dentro de un mismo territorio. A las sociedades más desarrolladas se las denomina multiculturales porque, en su seno, se desarrollan inevitablemente diversas formas de entender la vida; lo que, a su vez, supone diversas maneras de concebir la convivencia. De forma igualmente inevitable, las diferentes concepciones terminan chocando.
Este choque puede resolverse de dos maneras: una más civilizada, a la que me atrevo a llamar democrática, mediante un diálogo constructivo que lleve a un compromiso entre las partes; otra más incivil, a la que no dudo en denominar autoritaria, que emprende una guerra cultural entre las partes.
En el primer caso, las diversas culturas confluyen en un proyecto atractivo de vida en común, que les da vida para crecer y desarrollarse. En el segundo caso, la diversidad entra en crisis, la sociedad se divide en dos bloques que aglomeran a los diversos grupos de interés en un conjunto vacío, borrando los perfiles diferenciadores, y a cuyo frente se coloca un líder populista. Entonces, la guerra cultural está servida.
En la guerra cultural, la complejidad de las sociedades modernas deja paso a un maniqueísmo binario: izquierda/derecha, progresismo/conservadurismo, rural/urbano, capital/provincia, creyente/ateo, inculto/ilustrado, populista/woke... y así ad infinitum. Los Estados europeos y americanos están hoy muy polarizados, el populismo crece por doquier a izquierda y derecha –España es un buen ejemplo–, si bien, hoy, la izquierda parece a la defensiva y la derecha va a por todas en casi todas partes. Pero es en Estados Unidos donde la guerra cultural va varios pasos por delante de Europa.
Para funcionar a pleno rendimiento, el populismo necesita un héroe indiscutible y un mártir de la causa. El héroe para que asuma el papel de 'Generalísimo' en la guerra cultural, y el mártir para que sacrifique su vida por la causa luchando en primera línea. Un ejemplo de la Guerra Civil Española de 1936 lo deja claro: el Generalísimo Franco y Calvo Sotelo; el líder indiscutible, y el protomártir acribillado a balazos días antes del comienzo de la fase bélica del conflicto.
En el caso que hoy nos ocupa, Donald Trump es el héroe, que de hecho estuvo a unos centímetros de perder la vida en su campaña por ganar la presidencia y, una vez ganada, se ha transformado en Generalísimo de todos los ejércitos –civiles y militares– dispuesto a ganar la guerra cultural en todos los frentes. Les faltaba el mártir; el vil asesinato de Charlie Kirk se lo ha entregado en bandeja de plata (como un Juan Bautista).
Se nota hasta qué punto estaban preparados para este momento, en que no han sufrido ni un solo instante de desconcierto. Al contrario, han puesto en marcha una ofensiva de la que solo conocemos los primeros pasos, perfectamente concertados entre el Gobierno y los medios de comunicación afines. Nada extraño cuando sabemos que han estado preparando esta guerra durante los últimos cuatro años (plan 2025). Es lógico que tuvieran bien desarrollados los planes de acción y reacción para las batallas potenciales y, esta, es una de las más obvias. Simplemente pone de manifiesto la forma en que el trumpismo señala el camino por el que debe discurrir la guerra cultural.
Tras el asesinato de Luther King, Robert Kennedy hizo uno de sus discursos más elocuentes con objeto de prevenir disturbios violentos. Había que elegir, dijo, qué tipo de nación queremos para convivir; concluyendo que la elección era entre una polarización aún mayor o un mayor esfuerzo de comprensión… Lo cual no evitó que en las sucesivas semanas hubiera cientos de manifestaciones violentas, con incendios y saqueos particularmente visibles en Washington. Hoy se ven esfuerzos parecidos a los de Kennedy, por ejemplo, del gobernador de Utah; pero, como entonces, el horno no está para estos bollos.
Máxime cuando el propio presidente echa leña al fuego. Respondiendo a una pregunta sobre la radicalización política a izquierda y derecha ha dicho: «Los radicales de la derecha se ven obligados a radicalizarse porque quieren terminar con el crimen, y se dicen 'no queremos a esas gentes que nos invaden, no queremos que incendien nuestros centros comerciales, no queremos que maten a tiros a nuestra gente en medio de la calle'». Mientras sus terminales mediáticas emiten mensajes como este: «Es demasiado tarde para bajar la presión de la caldera. No es el momento de abrazarnos. Es el momento de hacer justicia. Es el momento de que los buenos devuelvan golpe por golpe a las fuerzas del mal. Es el momento de que los justos prevalezcan. Las políticas de agresión y de violencia contra gente inocente son patrimonio exclusivo de la izquierda». 'Verdades' alternativas.
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