Maquiavelo Miller y el Príncipe Trump
«Extraordinariamente efectivo, y no solo un colega leal sino un amigo»
Maquiavelo es conocido –por 'El Príncipe'– como el autor a la sombra del gobernante que se identifica con él e informa todas sus acciones. En ... el caso de Trump, su pensador de cabecera se llama Stephen Miller. La mayor habilidad de Miller es transformar la voluntad, los odios y las frustraciones del príncipe en atroces acciones justicieras; hasta tal punto que la ostensible diferencia entre el señor y el sirviente desaparece a efectos prácticos, y es este último quien consigue imponer su voluntad.
Miller es el arquitecto del plan del presidente para rehacer EEUU. No hay ningún aspecto del aparato ejecutivo nacional con el que no esté familiarizado íntimamente y, por tanto, conoce las más recónditas palancas para convertir los deseos en realidad. Es precisamente ahí, en los deseos, donde Miller se ha identificado con Trump desde la primera legislatura. Identificación que se ha hecho extensiva a los procedimientos para su realización. Procedimientos que pueden resumirse en esta máxima: «No me digas las razones legales que se oponen a la realización del plan, dime el procedimiento 'legal' de burlar la norma y salirme con la mía». Una máxima que Trump ha puesto en práctica desde sus primeros escarceos empresariales y que, hoy, preside su actividad en la 'cosa pública'. Miller es un virtuoso en el uso de este instrumento.
Miller ha estado asociado a todas las políticas del presidente incluidas las más controvertidas: el arresto de inmigrantes indocumentados, incluso en medio de sus audiencias en la Corte de Justicia; la abolición del derecho de nacimiento a la nacionalidad americana; el uso de la Guardia Nacional y los Marines en asuntos interiores, sin la autorización del gobernador correspondiente; las agresiones administrativas a universidades, firmas de abogados, instituciones culturales y medios de comunicación. Todo ello, forzando los límites de la legalidad con argumentos espurios.
Los colaboradores más próximos al presidente reconocen abiertamente que Trump confía en Miller, y en sus habilidades para liderar los proyectos, más que en cualquier otro ejecutivo: «extraordinariamente efectivo, y no solo un colega leal sino un amigo».
Desde edad temprana Miller mostró su rechazo a los inmigrantes, llegando al sadismo con los latinos, ya fueran compañeros o limpiadoras de la escuela. Ya en el bachillerato demostró un desusado interés en la política; y no era un secreto que escuchaba con devoción a los locutores de extrema derecha, participando como entrevistado en múltiples ocasiones. Una vez en la universidad, se hizo famoso por intervenir en Fox News (la CNN de la derecha dura); siempre en defensa de la supremacía blanca y en contra de la integración de los inmigrantes, su primer trabajo tras graduarse.
En 2016 entró a formar parte de la campaña electoral de Trump como escritor de discursos. El encuentro de Miller con Trump fue un flechazo, sus mentes se fusionaron telepáticamente. La calidad de los discursos de Trump adquirió más gravitas y el contenido fue más sustancioso. El carisma no lo es todo y Miller puso lo que faltaba: un proyecto político. Este proyecto no terminó de cuajar en la primera legislatura, por lo que Miller se pasó los cuatro años siguientes cocinando lo que llegaría a conocerse como 'proyecto 2025'. Un plan que diseña «la forma de noquear a los burócratas de carrera, cuyo trabajo consiste en darte 10 razones diferentes por las que no puedes llevar a cabo lo que pretendes» –innominado colaborador de Miller– «la postura de Miller es: dime cómo puedo conseguir el SÍ al respecto».
Cuando Trump ganó la segunda elección Miller fue nombrado 'Jefe de Personal', con atribuciones equivalentes a las de un Primer Ministro a las órdenes del Presidente, a fin de vencer la resistencia burocrática experimentada en el primer mandato. Especialmente en el área de la deportación de inmigrantes, donde ha llegado a establecer una cuota de 3.000 por día a los agentes encargados de esta tarea.
Muchos de los asuntos contra los que Miller está arremetiendo sin contemplaciones son más populares de lo que piensan sus contrincantes. Miller tiene una rara habilidad para olfatear qué tipo de conflictos sociales van a jugar a su favor entre el electorado popular (como la agresión a las instituciones de élite) y embiste sin mirar para atrás. Lo cual ha causado más reveses de lo habitual al gobierno, consecuencia lógica de su desprecio a los consejos legales.
Los viejos conocidos de Miller han visto con inquietud el imparable ascenso de este hombre a las más altas cotas de poder. Asociaron sus adolescentes querencias extremistas a la típica inmadurez de las rebeliones quinceañeras de finales de siglo. Pero, para su sorpresa, lejos de remitir con los años se han intensificado exponencialmente; hoy, aquellas rebeliones parecen consumirlo como si fuera un Moisés ante el ardiente arbusto del Monte Sinaí.
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