¿Qué pretende Trump?
El presidente de EE UU no provocaría una guerra voluntariamente; solo que, involuntariamente, nos está aproximando a la III Guerra Mundial
Como digo al final de mi último artículo es muy difícil saber con precisión qué espera ganar Donald Trump, sobre todo cuando él mismo no ... lo tiene claro y oscila como si fuera un gran péndulo. Sin embargo, pueden sacarse algunas conclusiones de sus actos, conscientes, subconscientes e inconscientes.
En principio, lo que más parece importar a Trump es que lo agasajen y le demuestren el cariño con los más grandes y caros regalos imaginables. Que esto coincida con los intereses del país es, eso, pura coincidencia. Al otro extremo del péndulo está su política de protección de las fronteras físicas -México y Canadá-, la defensa de la soberanía incluido el expansionismo, para proteger a la gente que vive en Estados Unidos; así como el aumento de la prosperidad del país, saltándose leyes, acuerdos, tratados, socios extranjeros y demás obstáculos al fin perseguido. Aquí puede decirse que prima el interés del país a corto plazo, a costa de hacer leña de todo lo que ha venido siendo la política exterior de Estados Unidos durante los últimos 80 años. Pero esto es harina de otro costal.
Por otra parte, Trump 2.0 quiere tener la exclusiva y el monopolio de la toma de todas y cada una de las decisiones. Aceptará que se expongan discrepancias y peros a sus propuestas, siempre y cuando a fin de cuentas se metan en un cajón todos los peros y se lleven a cabo sus decisiones sin rechistar. Si esto suena a autoritarismo es porque, en el fondo de su corazón, Trump no admite otra autoridad que la suya propia. Y no acepta compartirla con nadie. Ello no quita para que, cuando los hechos demuestran que estaba equivocado, dé un paso atrás; pero solo para coger impulso, y seguir erre que erre con lo que le dicte su espíritu animal: su instinto.
Resulta evidente que Trump simpatiza con todo autoritario que se cruce en su camino… siempre y cuando éste esté dispuesto a hacerle el juego. Putin y Xi son, por ahora, los dos obstáculos que está empeñado en conquistar para su causa: dividir el mundo en áreas de influencia, donde cada súper líder pueda hacer de su capa un sayo. Lo cual responde a otro de sus principios: nada de dar lecciones de ética y moral a otros países, ese no es el papel para el cual ha sido elegido; él ha sido elegido exclusivamente para defender los intereses de Estados Unidos, y entiende que el resto de las grandes potencias haga lo propio. En cuanto a las potencias medianas y pequeñas, deben resignarse a hacer lo que dispongan los más grandes, y aplicar aquello de que «de los descuidos de la cocinera vive el gato».
Otra de las fantasías trumpistas es ganar el Nobel de la Paz, como lo ganó Obama. Ello explica sus esfuerzos por alcanzar un acuerdo en Oriente Medio que amaine el incendio perpetuo a que está sometido, desestabilizando no solo la región sino el continente. Al revés que en el caso de Ucrania, aquí hay un legítimo interés de los principales actores para estabilizar la región. No sería extraño que mientras Trump se aleja sin remedio del escenario europeo, doble sus esfuerzos para pacificar Oriente Medio. Irán sería el caso; si logra un acuerdo de no proliferación nuclear, contra la voluntad de Netanyahu de bombardear sus instalaciones nucleares, esto podría abrir la puerta a la estabilización de la región y le otorgarían un merecido premio Nobel.
¿Significa esto que en el fondo Trump es un pacifista? Digamos que ahí su personalidad está dividida. Por un lado parece sincero cuando muestra temor a las guerras, no provocaría una voluntariamente; solo que, involuntariamente, nos está aproximando a la III Guerra Mundial. Trump se ha mostrado dispuesto a utilizar la fuerza cuando ello beneficiaría a Estados Unidos y/o a sus propios intereses. Por ejemplo: canal de Panamá y Groenlandia. Es decir, está dispuesto a abusar de los medianos y, sobre todo, de los pequeños; pero se lo pensaría una y mil veces antes de enfrentarse militarmente a una gran potencia.
Finalmente, como cualquier presidente, se preocupa por su legado histórico. Trump siempre ha querido pasar a la historia y, una vez que lo ha conseguido, quiere que su imagen histórica brille más que todos los oros con los que rodea su existencia. No se sorprendan si este afán cobra cada vez más relevancia, a medida que se acerca el final de su carrera política, en tres años y medio. Creo que sus esfuerzos «pacifistas» tienen esta motivación entre las más importantes. Es más, yo diría que si Trump se mantiene envuelto en el conflicto de Ucrania, a pesar de las verdaderas ganas que tiene de desentenderse, habría que buscar ahí la principal motivación. Acuérdense de que prometió resolverlo en 24 horas y no soporta perder tal apuesta.
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