Ucrania 2027
El temor de los gobiernos europeos a que Trump haga un trato con Putin está muy justificado
Hará ahora un par de años que escribí sobre el armisticio coreano ('̈Corea 1953' DM, julio 23) con la premonición de que la guerra de ... Ucrania llevaba camino de terminar en un armisticio de similares características. La guerra de Corea había comenzado en 1950, cuando Corea del Norte invadió Corea del Sur. Un año después, la guerra había llegado a un punto muerto; pero las negociaciones de paz tomarían dos años más, antes de llegar a un armisticio que ha durado hasta el día de hoy. Dados los últimos acontecimientos, el armisticio de Ucrania puede tomar dos o más años; pero asumamos –pro argumento– que nos plantaremos en 2027 antes de que ello ocurra.
Como siempre que se establece un paralelo histórico, los tiempos no son los mismos; pero los procesos y los resultados de estos guardan muchas similitudes. Hoy, como entonces, los dos contendientes han llegado a la conclusión de que lo más racional es acordar un armisticio; mas, por otro lado, las hostilidades no cesan porque ambos piensan que el tiempo va a jugar a su favor: esperan llegar a la mesa de negociaciones en posición más fuerte que la actual.
Como entonces Corea del Sur, Ucrania y sus socios europeos temen que el armisticio sea aprovechado por Rusia para proseguir su proyecto expansionista; lo cual es un serio obstáculo para llegar a un acuerdo sostenible.
Por otra parte, hay ahora una significativa divergencia con la guerra de Corea. Entonces, el paraguas protector americano se mantuvo abierto hasta el final; hoy, lo más probable es que el amigo americano cierre su paraguas y Ucrania solo cuente con el apoyo de una OTAN capitidisminuida.
Trump ha olfateado que sus bravuconadas para poner fin a la Guerra de Ucrania no van a sostenerse por mucho más tiempo, está planeando una escapada hacia parajes más propicios a sus manipulaciones. Puede ocurrirle tres cuartos de lo mismo en Oriente Medio, a pesar de la aparente buena acogida que ha recibido en la península arábiga; pero al menos cuenta ahí con aliados –Israel, Arabia Saudita, Emiratos– tan interesados como él en pacificar Oriente Medio de una vez por todas. El debilitamiento de Irán y sus aliados ha abierto una valiosa ventana de oportunidad. Lo opuesto de Ucrania, donde sus aliados han dado pruebas de debilidad frente a una Rusia que ve la dichosa ventana abierta a sus intereses.
A pesar de la penúltima bravata trumpista, «nada va a prosperar en las conversaciones de paz hasta que Putin y yo nos veamos», la larga conversación de Trump con Putin no ha producido ningún progreso aparente. Al punto de que, tras la reunión telemática, Trump ha dicho que el alto el fuego es cosa de Zelenski y Putin, y que solo ellos pueden y deben llegar a un acuerdo. O sea, que Trump se lava las manos como Pilatos.
La inmediata reacción de Zelenski y los miembros europeos de la OTAN ha sido, primero, de estupor ante el relato de la conversación entre Putin y Trump y, a continuación, hacer ruegos a Trump para que no abandone la partida cuando sus tradicionales aliados están pasando por los peores momentos.
Cualquier agente experto en negociaciones de paz caería en la cuenta de que este no es el momento de abandonar, sino de aumentar la presión sobre el actor más renuente para que se avenga a razones. Puesto que dicho experto no gozaría de predicamento en el círculo de Trump, y en todo caso que Trump se muestra más proclive a presionar al más débil, la patata caliente ha quedado en manos de los europeos. Esto significa que Europa debe estar preparada para suplir a Ucrania las armas, municiones e información bélica, cuya entrega Estados Unidos podría suspender en cualquier momento.
El nuevo canciller de Alemania, Friedrich Merz, ha dicho que todos los participantes en la conferencia de aliados reafirmaron su voluntad de apoyar a Ucrania en su camino hacia un alto el fuego; pero otros participantes en la conferencia afirman que Trump dejó muy claro que va a retirarse de la primera línea y dejar que Ucrania y Rusia se entiendan directamente.
Tampoco se comprometió a futuras sanciones a Rusia en el caso de que rehuse negociar la paz. Por su parte, el asesor de Putin para Asuntos Exteriores ha afirmado que Trump expresó su apoyo a una normalización de relaciones entre Washington y Moscú, hablando apasionadamente de las perspectivas de unas relaciones bilaterales con resultados muy impresionantes.
Lo cual deja muy claras dos cosas. Trump sigue pensando en términos de guerra fría con China, y en su proyecto de emular La hazaña de Nixon y Kissinger: dividir la alianza de China con Rusia. La segunda es que el temor de los gobiernos europeos a que Trump haga un trato con Putin, accediendo a las demandas maximalistas de este y traicionando las justas reclamaciones de Ucrania, está muy justificado.
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