La democracia como escenificación mediática
¿Cómo de pública es nuestra televisión pública?
El torrente de acontecimientos, noticias e intervenciones cruzadas de los políticos, que se desactualizan en días, horas, incluso en minutos, no nos dejan tiempo para ... pensar con distancia y objetividad. Y es que los medios de comunicación, las redes sociales y la tecnología digital se están adueñando de la realidad, de forma que nuestras certezas las sentimos cada vez más inciertas, más provisionales y menos confiables, como si se sucedieran en un escenario de ficción o como en un culebrón interminable. Véase el espectáculo actual de la crisis del PSOE que golpea diariamente nuestra conciencia, ya no sabe qué creer ni qué votar.
En mis dos últimos artículos, anteriores al caso Cerdán, defendí la tesis de que 'nuestros' políticos y, sobre todo, 'sus' partidos, son hoy el mayor peligro para nuestra democracia. Lo que este caso ilustra es que este tipo de corrupción germina y se desarrolla dentro de estas organizaciones. En ellas se dan unas condiciones, tanto estructurales como funcionales, que hacen que la corrupción sea sistémica. Recordemos que el caso Cerdán y su trama de corrupción comienza en el PSOE de Navarra, llega a Madrid y se extiende hasta ya veremos dónde… En esos artículos señalaba también la influencia y el protagonismo que en la sociedad actual han adquirido algunos medios de comunicación que son, cada vez menos, medios de información y, cada vez más, medios de incomunicación o 'construcción/destrucción' de la opinión pública y la realidad social. El papel que TVE está jugando en el caso citado es un ejemplo muy elocuente. En mi análisis he elegido la televisión por ser el medio más 'vertical', menos participativo y más propenso al populismo; y en concreto, TVE por ser una cadena pública y, por tanto, debe ser ejemplar.
En términos generales, creo que una parte importante de la población española está bastante descontenta con la línea ideológica de TVE y con la excesiva afinidad que muestra con los intereses del Gobierno. Veo todos los días TVE con la misma atención y sentido crítico que veo diariamente también Antena 3, y resulta fácil constatar que ambas representan, producen y reproducen la polarización y crispación creciente de la opinión pública. No pienso caer en el 'y tú más' de nuestros políticos, pero sí quiero resaltar una pequeña gran diferencia: TVE es pública mientras que Antena3 es privada.
Una cadena privada puede responder a los intereses que le plazcan, siempre y cuando cumpla rigurosamente la ley. Pero en una democracia, una televisión pública debe ser lo más objetiva, representativa, independiente y rigurosa posible a la hora de informar, formar y entretener. Creo que estos principios y objetivos básicos TVE no los está cumpliendo como debería. Al contrario, ha ido empeorando, tal y como puede observarse en el caso Ábalos-Koldo-Cerdán. En su obsesión de ganar audiencia, TVE ha entrado en la lógica infernal de las televisiones privadas: incrementar audiencias, sea como sea, porque eso supone más publicidad, fuente primordial de su financiación y de sus beneficios. Pero TVE no tiene que atender a esos imperativos económicos y tampoco a intereses ideológicos y partidistas.
Gracias a su financiación pública, su primer objetivo no debe ser incrementar las audiencias y la cuota de pantalla. Tiene, además, la ventaja de no tener casi publicidad, que siempre es un obstáculo para captar y fidelizar audiencias. Y esta gran ventaja debería aprovecharla para informar, formar, incluso entretener, con una mayor calidad. TVE tiene el tiempo y los recursos para ello. Pero no lo hace. Al contrario, invierte en programas ridículos, muchos co-producidos con empresas privadas. ¿Resultado? En menos de 2 años ha tenido que retirar 11 de ellos. El último gran batacazo 'La familia de la Tele', y creo que no será el último. Prefiero no pensar en el gasto que esto nos ha supuesto a los ciudadanos que, para eso, TVE sí que es nuestra televisión pública.
Y en 'nuestra' televisión tenemos que tragarnos horas de informativos con mesas dirigidas por moderadores que moderan más hacia un lado que hacia el otro y que dan alegremente su opinión hacia el mismo lado. Y las mañanas y tardes se llenan con magazines o programas de 'infoentretenimiento', género este peligrosísimo porque hacer bromas (a veces sin gracia) sobre asuntos muy serios no es bueno para la salud democrática española. Si observamos con atención estos programas encontraremos que hay una lógica de fondo que domina y determina la dinámica de los debates entre los participantes invitados (periodistas, analistas, politólogos, sociólogos, expertos, etc.) y viene marcada en el comportamiento recurrente de los directores/presentadores de estos programas: para ellos el 'centro' del espectro político lo representa el Gobierno y, por tanto, el terreno de juego está 'descentrado' o desequilibrado desde el comienzo de la partida. O dicho más gráficamente: en TVE los invitados afines a la izquierda juegan siempre en casa. Y eso tampoco es bueno en una sociedad democrática.
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