El primer mes con la Zona de Bajas Emisiones
Los comerciantes relatan sus primeras experiencias con esta restricción, casi inapreciable para algunos y de «desastre» según los más damnificados
Ya ha pasado un mes desde que Torrelavega se convirtió en la primera ciudad cántabra en poner en marcha una Zona de Bajas Emisiones (ZBE), ... una restricción al tráfico que, tras estos primeros días en activo, arroja conclusiones muy diferentes entre quienes conviven con ella desde su negocio en el casco urbano –entre las calles José María Pereda, Julián Ceballos, La Llama y Julián Urbina, desde las 08.00 horas del lunes hasta las 14.00 horas del sábado o vísperas de festivos–. A un lado, quienes ven en ella la puntilla que ha minado definitivamente la actividad del comercio local; al otro, los que no han terminado de notarla demasiado o incluso «nada»; en el medio, otros que sí han percibido algunas consecuencias, aunque sin un impacto excesivo, al menos en este primer mes de andadura. «Desastre», «medio-medio» o «no lo he notado nada de nada» son solo algunos de los diagnósticos que realizan desde su mostrador estos comerciantes, los primeros que en Cantabria se ven obligados a entenderse con estas tres siglas de la polémica, creadas en aras de la calidad del aire y la reducción del tráfico en vías urbanas en general.
Cinco testimonios
Ilumin. Aranjuez
Carlos Maldonado
«Lo he notado muchísimo. La gente de fuera se queja de que ahora no puede venir. Todos son problemas»
Decor. Gonzalo
Nuria Sánchez
«Quizá no ha sido para tanto, pero hay clientes a los que sí les afecta. De momento, ni mucho ni poco. Se verá»
El Taller de María
Verónica Zapata
«Ahora mando pedidos a las casas. Mucha gente no sabe bien cómo funciona la ZBE y tiene miedo de que se les multe»
Amparito
José Pacheco
«Un desastre. Hay menos tránsito de personas. Y esto será la bomba atómica cuando empiece el soterramiento»
Becky's Take Away
Rebeca Álvarez
«Aunque la medida está solo en algunas calles, afecta a toda la ciudad. Algunos clientes nos pasan de largo ahora»
En el corazón de la Zona de Bajas Emisiones, el negocio de Carlos Maldonado, Iluminación-Decoración Aranjuez, en la calle Ancha, es uno de los muchos que siente y cifra ya su «impacto negativo». Su balance es claro: «Lo he notado muchísimo. La gente de fuera se queja de que ahora no puede venir. Todo son problemas», resume, refiriéndose también a las salidas que tiene que hacer ahora para gestionar pedidos de la tienda, debido a la restricción a la que además está sujeta esta vía peatonal.
Enfrente, otro comercio, Decoraciones Gonzalo, no percibe un impacto tan severo en el día a día, aunque con matices. «Quizá no ha sido para tanto, pero hay clientes a los que sí les afecta. De momento ni mucho ni poco. Se verá más a la larga», reflexiona desde el mostrador Nuria Sánchez antes de apuntar a la naturaleza del comercio y a sus artículos como variable a tener en cuenta para medir la huella de la ZBE.
La calle Consolación puede considerarse uno de los pulmones del comercio local en Torrelavega y también está dentro del área restringida. Aquí, a un paso de las siglas pintadas en la calzada que anuncian el veto a la polución, Verónica Zapata termina de atender a unos clientes en su tienda, El Taller de María. De algunos ya ha recibido un retorno a tener muy en cuenta. «Tengo que mandar pedidos a casas de algunos, que me dicen que no pueden entrar. Y claro, no les voy a cobrar a clientes de toda la vida», revela, recordando que muchos comerciantes, como ella, viven de la gente de fuera de Torrelavega. Y dice: «Mucha no sabe bien cómo funciona la ZBE. Tienen miedo de que se les multe».
Un poco más arriba, en la calle Alonso Astúlez, otra puerta de entrada a la Zona de Bajas Emisiones, la experiencia arroja otro análisis claro en palabras de José Pacheco, responsable de un comercio (Amparito) con medio siglo de historia en la ciudad. «Un desastre. Hay menos tránsito de personas», sintetiza, cifrando en cerca de un 10 o 20% la caída de la actividad: «Las rebajas apenas se están notando. Y esto será la bomba atómica cuando empiece el soterramiento»
Ni siquiera hay que estar físicamente dentro de la ZBE para notar su «poder disuasorio». Rebeca Álvarez tiene un local de comida para llevar en la calle La Llama (Becky's Take Away), en el perímetro, pero lo ha notado igualmente. «Aunque la medida está solo en algunas calles, afecta a toda la ciudad. Algunos clientes nos pasan de largo ahora», dice la empresaria, que lo vive en sus propias carnes a título personal, obligada a aparcar fuera, «en la zona del cementerio», para abrir la persiana a diario.
«No lo he notado»
Aunque muchas voces apuntan en ese sentido, no son todas. Hay otras que dicen no haber experimentado una diferencia apreciable. «No lo he notado. Para nada», declaraba Silvana Gandía, al frente de La Despensuca Leal, una tienda de alimentación situada en la calle Félix Apellaniz. «Cero. Nada», continuaba Lorena, otra empresaria de un comercio de la calle Julián Ceballos;«ni notarlo, de verdad», en palabras de otra responsable de un establecimiento de la ciudad. Muchos prefirieron no dar su nombre a la hora de hablar de la ZBE, un asunto que ha polarizado bastante el debate político y en el que prefieren no entrar demasiado.
«El miedo ha disminuido»
En el edificio de La Llama, un equipo contratado 'ad hoc' por el Consistorio atenderá y resolverá dudas sobre la ZBE hasta el próximo 9 de agosto. Sus integrantes recibieron un aluvión de consultas desde que el puesto se instaló, poco antes de la puesta en marcha de la medida el 10 de junio, pero estas ya no son tantas de un tiempo a esta parte, según corrobora la concejala de Movilidad, Jezabel Tazón. «El miedo a la ZBE ha disminuido muchísimo», asegura, recordando a posibles afectados las excepciones que contempla la ordenanza. No se queden con dudas y visiten la web –zbetorrelavega.com– .
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