Mejorar a nuestros políticos y a 'sus' partidos
¿Podríamos establecer unos mínimos de formación y experiencia profesional en empresas para poder asumir cargos de cierta responsabilidad política?
No han pasado ni veinte días de la publicación de mi artículo anterior 'Repensar nuestra democracia' y nuestros políticos nos regalan nuevos episodios: Leire Díez ... realiza, por cuenta propia y/o ajena, trabajos de 'fontanería' contra la UCO, el fiscal Anticorrupción… Por su parte, Gallardo maniobra con celeridad, y sin vergüenza, para conseguir su aforamiento. Como la actualidad política no está suficientemente animada, asistimos al encarcelamiento de Francisco Martínez, número dos del Ministerio de Interior de Rajoy acusado de blanqueo y revelación de secretos… Estos sucesos, y los que seguirán, ilustran el argumento principal que ya planteé: Nuestros políticos y 'sus' partidos son los primeros responsables de que nuestra democracia esté cada vez más degradada y amenazada.
Cuando hablo de los políticos no me refiero tanto a los casos particulares como a las condiciones y dinámicas internas de sus partidos, a la asignación de cargos de responsabilidad, a la actitud y comportamiento con los ciudadanos, a sus privilegios, a sus relaciones con los medios de comunicación, a las interferencias con el poder judicial… Pero vayamos por partes.
Érase una vez un joven que en 1976 se afilió en las Juventudes Comunistas e ingresó en el PCE para pasarse luego al PSOE. Estudió Magisterio que apenas ejerció porque fue obteniendo diferentes cargos dentro del partido y del gobierno a nivel local y regional: vicesecretario y luego secretario general del PSOE a nivel autonómico. Diputado y portavoz en el Congreso para ser secretario de organización del PSOE a nivel nacional. Y de ahí a 'superministro'… A esta altura del relato los lectores ya sabrán que me refiero a Ábalos y sus entornos. Cuento esto para plantear dos preguntas: ¿Qué formación tiene nuestro exministro? ¿Qué experiencia profesional o empresarial le avalan, la que fue adquiriendo durante casi 50 años trabajando prácticamente en y para su partido?
Por tanto, ¿podríamos establecer unos mínimos de formación y experiencia profesional/empresarial para poder asumir cargos de cierta responsabilidad política?
Es decir, un curriculum vitae en consonancia con el cargo al que se aspire, tal y como se exige hoy en día a cualquier ciudadano. Se trataría de evitar situaciones, por ejemplo, como la de la consejera Salomé Pradas cuando, desbordada por la tragedia de la DANA, reconoció entre sollozos que ella «de eso» (situaciones de emergencias) «no sabía nada». No puede ser que te metas en un partido, medres en él como sea, incluso a costa de tus propios compañeros, y puedas acceder a cualquier tipo de cargo para el que no estás preparado. Los partidos políticos no son, ni pueden ser, el mejor aprendizaje para los buenos políticos.
En relación directa con la necesidad de exigir una formación/experiencia con garantías mínimas se ha puesto en marcha hace años un movimiento, 'Políticos de Confianza', que propone precisamente una evaluación continua de la calidad de los políticos. Se parte de una premisa audaz y llena de sentido común: los políticos son nuestros empleados y deberían darnos el servicio de calidad que les hemos pedido al elegirlos.
Este tipo de agrupaciones de la sociedad civil son las únicas que pueden hacer que las cosas cambien y son el mejor aliciente contra el desánimo en el que estamos la gran mayoría de los ciudadanos y con el que los políticos están encantados. Son este tipo de realidades las que pueden sacarnos del derrotismo que nos invade y a las que los políticos temen. Y hay más de las que creemos. Algunos lectores recordarán el caso de Carlos San Juan, un médico jubilado que protagonizó una de las campañas más eficaces (y sin duda eficiente) de los últimos años: 'SoyMayorNOidiota'. Con ella y sus aproximadamente 650.000 firmas consiguió cambiar, nada más y nada menos, que el comportamiento de los grandes bancos españoles al restringir los horarios de atención en las oficinas, el exceso de digitalización… Pues eso, hay que empezar a hacer creer a los políticos que somos ciudadanos pero no idiotas. (Continuará)
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