¿Es la hora del euro?
Si Trump sigue con su inconsistente política económica, la Unión Europea podría aprovechar la ocasión para asentar su moneda más firmemente en el panorama financiero mundial
Si la semana pasada me refería al peligro que corría la hegemonía del dólar, en esta quiero examinar, siquiera sea a grandes rasgos, si el ... euro tiene alguna posibilidad de llegar a sustituir al dólar. Vaya por delante que mi opinión, que coincide con la expresada recientemente por la revista The Economist, es que no, al menos de momento; si considero, sin embargo, que el euro está en una posición inmejorable para asentarse más firmemente en el panorama financiero mundial y, si Trump sigue con su inconsistente política económica, darle una buena dentellada al espacio ocupado por el dólar.
Aunque es indudable que el euro ha jugado un papel creciente a escala global desde su nacimiento en 1999, también lo es que en ningún momento ha sido una amenaza para el dólar. Ahora las cosas podrían cambiar.
Uno de los argumentos a favor del euro estriba en el relevante papel desempeñado por el BCE en las dos últimas crisis a las que ha tenido que enfrentarse; la del euro, solventada por Draghi, y la de la pandemia, afrontada por Lagarde. Aunque no esté recogido así en sus estatutos, en ambos casos, y mediante la puesta en marcha de un amplio programa de compra de bonos gubernamentales, el BCE ha actuado, de hecho, como prestamista de última instancia. Asimismo, ha apoyado de forma decidida a países en crisis y lo ha hecho, algo inusitado hasta ahora, mediante la emisión de deuda común expresada en euros. Estas actuaciones, junto con otras (como la supervisión de los principales bancos europeos, que controlan más del 80% de todos los activos bancarios del continente), han aumentado de forma sustancial la credibilidad del BCE y han potenciado su independencia, lo que redunda en una mayor fortaleza del euro.
Otros argumentos importantes a favor de una mayor presencia del euro en la escena financiera internacional son su operatividad como la moneda propia de 20 países, que cada vez es más fácil invertir en activos denominados en euros, pues ha aumentado la gama de activos en los que hacerlo, y que el BCE ha creado un sistema para suministrar liquidez a países que no son miembros de la Eurozona. Adicionalmente, hay otros dos argumentos a tomar en consideración, máxime cuando, en el caso del dólar, los tiros parecen ir por otro lado: uno de ellos es que, en Europa, al contrario de lo que sucede últimamente en los Estados Unidos, se respeta la legalidad (the rule of law), algo que, generando confianza, es vital para cualquier inversor; el otro es que, de seguir las cosas como hasta ahora, Europa está llamada a desempeñar un papel más relevante en el comercio internacional, lo que implicará que muchas más transacciones se denominarán en euros y que, en consecuencia, la moneda comunitaria ganará presencia e influencia a escala global.
La importancia de los argumentos mencionados no debe hacernos creer, sin embargo, que lo que nos queda por delante es un camino de rosas; nada más lejos de la realidad. Además de todo lo dicho, y de la estabilidad financiera que ello conlleva, el progreso del euro como moneda de reserva y de uso preferente a escala mundial requerirá, cuando menos, avanzar en tres campos directa e indirectamente relacionados entre sí: por un lado, en contar con una economía muy potente, lo que, de forma inmediata, exigirá que los países de la eurozona más endeudados vayan corrigiendo esta deriva y que los que cuentan con margen fiscal inviertan más; por otro lado, en conformar un auténtico mercado de capitales europeo, en el que aumente sustancialmente la gama de activos seguros, emitidos en euros, en los que poder invertir; y, por último, y aunque parezca tangencial o traído por los pelos, en contar con un poderío militar propio muy potente, que garantice que nadie va a imponerse sobre nosotros por la fuerza.
Aunque en ningún caso se trata de querer destronar al dólar, hemos de reconocer que, como sostiene uno de nuestros refranes más populares, la ocasión la pintan calva. Si Trump continua con sus desmanes y nosotros hacemos las cosas bien, hay una oportunidad para que, como apuntaba al principio, el euro gane muchos enteros como moneda internacional y obtengamos todos los beneficios que de ello se derivan. El balón, por una vez, está en nuestro tejado y jugarlo correctamente requiere, como he subrayado en otras ocasiones, que avancemos de forma decidida en la unidad de Europa.
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