Resignación, sumisión, capitulación; debilidad extrema
Como he apuntado en distintas ocasiones, soy consciente de que es más fácil predicar que dar trigo, y que es muy sencillo, desde una plataforma ... como la que disfruto, decir lo que hay que hacer cuando ello no conlleva ninguna responsabilidad directa. Sea como fuere, he de reconocer que me hierve la sangre cuando veo que medio mundo, UE incluida, se pliega con resignación a los caprichos del matón de turno, que no es otro que el presidente estadounidense.
Desde el primer día de su mandato, e incluso antes, Trump se ha dedicado con ahínco a modificar, a su gusto, las normas que rigen los asuntos económicos, políticos y militares tanto dentro como fuera de su propio país. Entre las relacionadas con temas económicos, es proverbial su obsesión por utilizar los aranceles como arma de chantaje. Como todos ustedes pueden imaginar, no soy partidario de ningún tipo de guerra comercial que se inicie por la imposición arbitraria de aranceles, puesto que con ella, como con cualquier otro tipo de guerra, todos los contendientes salen perdiendo. Pero, dicho esto, tampoco lo soy de aceptar servilmente las imposiciones realizadas por terceros, léase en este caso los Estados Unidos, por muy poderosos que estos sean. Pues si nunca les haces frente y, más en concreto, si en una ocasión como esta no les haces frente, lo único que evidencias es tu propia debilidad, la cual, a buen seguro, antes o después implicará que habrá que hacer más concesiones. El chantaje, ya lo sabemos, funciona así y, pese a algunos ejemplos en contrario, parece que, al matón de turno, esta forma de actuar le va muy bien; al menos de momento.
¿Por qué digo esto? Pues porque ya hay ejemplos claros de que muchos países se están plegando a las amenazas de Trump; entre estos, probablemente sean los casos de la UE, junto con el de Japón, los más sonados. Aunque en un mundo global es cierto que todo afecta a todo, recordemos el efecto mariposa, no cabe ninguna duda de que, para nosotros, como europeos, lo que más nos preocupa es el acuerdo de sumisión extrema que la UE ha firmado con el coloso estadounidense. Se trata, en efecto, de una sumisión extrema, porque en el mismo la UE concede a los Estados Unidos numerosas ventajas de naturaleza comercial sin ningún tipo de contrapartida por parte de los norteamericanos. De acuerdo con las propias palabras de Trump y el asentimiento triste de Von der Leyen, la UE ha aceptado que la inmensa mayoría de sus exportaciones a los Estados Unidos estén gravadas con un arancel del 15% (el acero y el aluminio sufren ya un arancel más elevado), se ha comprometido a gastar en tres años 750.000 millones de dólares en combustible estadounidense, invertir 600.000 millones de dólares en Estados Unidos por encima de lo que ya invierte ahora, comprar grandes cantidades de (a vast amount of) material militar a los Estados Unidos, y permitir que los productos norteamericanos entren en la UE sin pagar ningún arancel. La única contrapartida que sepamos que existe, si es que puede considerarse como tal, es que ahora el comercio entre ambas partes se desarrollará, hasta que Trump decida lo contrario (ya saben aquello de donde dije digo, digo Diego), en un marco de mayor certidumbre.
Ante unas condiciones tan leoninas, ante un chantaje tan evidente y de tales proporciones, uno no puede dejar de pensar si no existía ninguna posibilidad para haber actuado de forma distinta. Y, aunque hace un par de semanas ya avanzaba algo al respecto («¿Hasta dónde, hasta cuándo?»), lamentablemente, la conclusión es que no. En situaciones como esta, o en otras como la guerra en Gaza, es cuando se pone de manifiesto, con toda su crudeza, la falta de unidad que existe dentro de la UE y, por lo tanto, su debilidad para negociar de igual a igual ante cualquier tipo de confrontación. Pese a estar más poblada que los Estados Unidos y contar con una economía equiparable en muchos aspectos a la norteamericana, la falta de unidad interna en la UE merma de forma considerable la posibilidad de poner todo ese peso demográfico y económico en la balanza de las negociaciones. Y claro, si somos incapaces de unirnos entre nosotros, cuánto más complicado no será hacerlo con otros damnificados de las políticas trumpistas como Japón, Brasil, Canadá o México. Así nos va, a unos y a otros.
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