Adolescencia en el aire
La banalización de la violencia en las redes y la propagación de las tesis machistas es un problema real
Me temo que he sido de los últimos serieadictos en mirar la mini serie británica 'Adolescencia', una ficción de cuatro episodios que relata la detención ... de Jamie, 13 años, sospechoso de asesinar a una compañera de clase por haberlo humillado en las redes. Con una realización hiperrealista, se relata su detención, los interrogatorios, las conversaciones con la sicóloga, la incredulidad de su entorno familiar, mientras se van desvelando las claves y los códigos ocultos de los adolescentes en las redes. Se destapa la tensión a que están sometidos, la violencia y el acoso en ese mundo digital, que dejan en un juego de niños aquellos abusos de los mayores en los colegios de toda la vida.
No voy a dar más detalles por si alguien todavía no la ha visto, pero cuando apareció la noticia de las primeras manifestaciones anti-pantallas de padres y madres, entendí su profundo desasosiego y angustia ante el efecto devastador que pueden causar el descontrol y la extralimitación del uso de dispositivos, plataformas y redes sociales en la inmadura personalidad de los jóvenes. Asociaciones como Adolescencia Libre de Móviles (ALMMA) o Apaga y VeÁMONOS, proponen una desescalada digital en todos los ciclos escolares. Pero la escasa asistencia (150 personas en la de Madrid) me hace sospechar que, o la inquietud aún es minoritaria o muchos progenitores y docentes están en una posición muy cómoda con el papel desactivador de los menores que juegan las pantallas. Un problema menos, deben pensar. Tendrían que ponerse al día porque la entrada a saco en los móviles de la Inteligencia Artificial, de la mano de los gigantes digitales, está provocando una dependencia brutal, tanto emocional como consumista, en los usuarios menos preparados. Notificaciones, likes, stories, son un tsunami que manipula a los adolescentes, dopados a golpe de algoritmos diseñados para hacerlos dependientes.
El llamado 'scroll sin fin', ese gesto de deslizar el dedo por la pantalla tragando todo lo que aparece, es un instrumento muy eficaz para captar y manipular. Cada 40 segundos somos interrumpidos por nuestras pantallas, una cadencia infernal que fragmenta la atención, produciendo fatiga mental, ansiedad y aislamiento. Se está gestando una generación cada vez más conectada pero más vacía y aislada. La IA refuerza el efecto burbuja y, para compensarlo, Snapchat ofrece un asistente conversacional con el cual los adolescentes pueden hasta discutir, mientras Spotify ha lanzado un DJ vocal que adapta la playlist de los chavales a su estado de ánimo. Pero sobrexposición a las pantallas, la banalización de la violencia en las redes y la propagación de las tesis machistas, es un problema real, no una ficción.
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