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El embajador invisible

Mucho se habla de Marco Polo pero nada de Rabbar Bar Sauma

Sábado, 23 de agosto 2025, 07:34

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En un rincón polvoriento de la Historia aguarda uno de los viajes más extraordinarios de la Edad Media. No lo firma un europeo con nombre ... de aeropuerto ni un aguerrido caballero con armadura, sino un monje cristiano nestoriano de ojos rasgados y acento de la estepa: Rabban Bar Sauma. «¿¿Rabbaba… qué??». El primer diplomático oriental en pisar Europa: un chino cristiano, nacido en las afueras de lo que hoy es Pekín, que se pateó medio mundo —sin GPS, Google Maps ni Airbnb — y terminó codeándose con reyes, papas y emperadores europeos. Uno de los tipos más interesantes del siglo XIII y del que nadie nos ha hablado nunca. Un pionero de los intercambios intercivilizatorios entre Asia y Europa, que personificó el cruce entre culturas, religiones y geografías. Bar Sauma no era un turista con síndrome de Lonely Planet, sino un tipo de ferviente fe en Cristo nacido dentro del crisol cultural del imperio mongol (un experimento globalizador que juntaba en la misma mesa a musulmanes, cristianos y budistas). Nuestro protagonista, acompañado de su discípulo Marcos, inició su viaje con la intención de peregrinar a Jerusalén… solo que la Historia —y unos cuantos ejércitos mamelucos— tenía otros planes y aquel viaje se convirtió en algo mucho más fascinante: una misión diplomática oficial encargada por el Gran Khan de la China, con el objetivo de convencer a los reinos cristianos de Europa de unirse en coalición militar con los mongoles contra los musulmanes mamelucos para recuperar Tierra Santa. «Espera un momento: ¿¿una alianza cruzada desde el Este??». Spoiler: no funcionó, pero qué odisea, amigos… presenció la erupción del volcán Etna en 1287, una batalla naval entre las flotas de Aragón y Nápoles en la bahía de Sorrento y, acompañado por una comitiva de 30 animales de tiro y exquisitos regalos diplomáticos, su embajada resultaba tan exótica y majestuosa que asombró a reyes y emperadores.

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