Compromisos
Ahora toca el cuidado de las mascotas, como si no supiéramos cómo cuidarlas
La vida está llena de compromisos que hay que ir surfeando. Trabajándolos poco a poco, para defender esa «Comedia de Recuerdos» que decía Tennessee Williams ... para el cumplimiento de nuestros retos. Algunos trascendentales que nos hemos dado: patria, monarquía parlamentaria, unidad, justicia… Y otros con menos enjundia aunque no menos trascendentales: la amistad, el cumplimiento de las leyes, la solidaridad… Todos deseos pequeños y grandes de buena convivencia.
También hay pretensiones menores que tienen repercusión en nuestra vida diaria. Alguna de ellas, como el cuidado de los animales, ha merecido estos días la aprobación de una Ley de Bienestar Animal que ha llenado su contenido de innumerables normas de obligado cumplimiento en esas ansias reiteradas de nuestros actuales gobernantes por intervenir, por inducir, por reconvenir, por amenazar o por prohibir con cualquier justificación.
Ahora toca el cuidado de las mascotas, como si no supiéramos cómo cuidarlas, como si no supiéramos del compromiso que supone incorporarlas a nuestras vidas, del sacrificio, el esfuerzo y la comprensión que requiere y que, a cambio, los animales compensan con su cariño y con su fidelidad.
La promulgación legislativa para su protección, sin embargo, ha servido de algo. Nos ha reflejado lo inútil que es la legislación entusiasmada, porque la realización de un curso obligatorio para tener un perro, la esterilización obligada de los gatos y la obligación de todos los ayuntamientos de disponer las 24 horas del día de un veterinario parece una intervención excesiva cuando se da la paradoja de que algunos de esos consistorios carecen de médico. Así se aprecia descarnado lo excesivo muchas veces de lo público.
Todo esto vino a mi memoria una mañana de la pasada semana bien temprano. Era un 'día Godofredo', dependiente de paraguas y chubasquero.
A lo lejos me pareció ver a Manuel con su mascota de paseo. Iba tras él o ella (no hicimos todavía el taller de masculinidad) siguiendo sus pasos y armado con bolsitas guardacaca y expresión de sorpresa. «¿Llevas también un orinal?, le pregunté. Y para qué lo dije, porque me devolvió el mismo gesto frown que cuando le menciono a Irene Montero en la tertulia semanal con los amigos. Se puso de los nervios, pero tuvo que reconocer que no es justo que tengamos que soportar los viandantes las fachadas bañadas de regueros interminables. Quizá haya que habilitar unas brigadas limpiadoras oportunas.
Las leyes deben de proteger a todos, también a los ciudadanos en aras de la convivencia. Tanto cariño recíproco y tanta fidelidad tienen pago en especie y hay que tener el monedero y el ánimo dispuestos. En caso contrario vale con un hámster… registrado convenientemente, claro.
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