Cortafuegos y contrafuegos
Ganas le dan a uno de teñirse de lapislázuli (azul bonito) el poco pelo que le queda, como hacía el dios Re, para poder tener ... la fuerza necesaria sobre el sol y sobre las nubes para controlar los incendios. O mejor, mucho mejor, se lo pediríamos a los santos de cada comarca incendiada: san Froilán, san Jorge, la virgen de Guadalupe o san Benitiño de Lérez, que poseen los cortafuegos y contrafuegos necesarios de la intervención divina, porque si lo dejamos en manos de los pirómanos y de algunos políticos, desgraciadamente, se hacen indestructibles.
Las leyes deberíamos fabricarlas ejemplarizantes y de respuesta rápida. El que quema el monte y produce daños irreversibles no queremos verlo de nuevo en veinte años. Los fuegos se convierten en imparables porque son tan incontrolables como los animales salvajes y, para sofocarlos, tendremos que domesticarlos previamente.
Es que atender estos días instrucciones de pactos de Estado y conocer cositas sobre el cambio climático está bien, pero mejor antes o después de la quema: hablar sobre dotaciones está perfecto, pero antes; o sobre desbrozar en invierno, en otra ocasión, por ejemplo en otoño, y sobre el nombramiento de técnicos expertos en lugar de políticos para combatirlos, más adelante, y sobre mando único... tendremos que hablarlo en el futuro.
Pero no ahora que están nuestros aviones y nuestros bomberos dejándose el fuselaje y la vida para salvarnos mientras la política, suficientemente excitada a base de cafés, afina los insultos, que en eso sí que hay unanimidad.
Pero, ¿creen ellos que el fuego sabe algo de Estado de las Autonomías cuando ruge endiablado? ¿Creen que sabe algo de banderas o de Estatutos o de idiomas o de Comunidades Históricas?
Lo único de lo que sabe bien en su brutalidad es de mandar pavesas encendidas y lenguas de fuego, malas lenguas, para arrasarlo todo… y mientas tanto: «El que quiera ayuda que la pida»…
No sabemos si la petición es en cada caso de nivel dos o nivel tres o el ciento y la madre de niveles, que de poco sirve acertar mientras el fuego quema los lomos de los montes y hace barbacoa con el ganado. Entretanto, las casas y las cosechaslas ponen los agricultores y ganaderos. Eran las de sus padres y de sus abuelos y las conservaron como pudieron con sus viñedos ahora calcinados porque sirven de barrera ante el fuego de forma heróica.
¡Ánimo Gabriel!, mi querido amigo, que nosotros ya pintamos poco para verlo, pero los muchachos, como tú hiciste, lucharán por ello y permanecerá ese godello cristalino, delicioso y cabroncete que se sube fresquito en silencio haciendo vida, en las tertulias de tu bodega orensana. Pelea para que te lo repongan. Nada más justo. ¿Aprenderemos algún día?
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