Necesitamos un vals
Se está construyendo todo un ambiente frívolo
En esta nueva sociedad que estamos fabricando es malo, muy malo, cuando se dice de alguien que «es más listo que los ratones coloraos». No ... se dice tal cosa de una persona inteligente, ni honrada, sino sobre un 'listillo', palabra de difícil traducción. Coincide generalmente con un tipo al que todo le vale si es en su beneficio y posee por añadidura amplias 'tragaderas'. Se está construyendo todo un ambiente frívolo, que encuentra siempre una Koldorespuesta que le facilita trasladar al bolsillo todo lo que encuentra fácil. Se trata de un vapor surrealista en el que estamos metidos con descaro.
Son muchas las razones que nos hablan de lo inconsciente o lo irracional –enseña del surrealismo– como un medio para cambiar la vida, la sociedad o a la gente a través de una revolución calculada. Para detenerla, necesitaríamos un vals, que nos obligue a reflexionar.
Hoy, esa danza suave, melodiosa y agarrada, es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y obliga a tener los pies en el suelo, justo lo que necesitamos. Posee un compás tres por cuatro, que es la pieza central de todos los bailes desde hace 200 años tras el Congreso de Viena (1814-15) con Johann Strauss y el 'Bello Danubio Azul' o cualquier otra obra también de vals, en ese caso de Schubert, Chopin, Liszt, Brahms o Mhaler, que también lo amaron.
Es apropiado entonces pensar en anclar los zapatos en el suelo, sobre todo desde la obra surrealista que nos ofreció generosamente el Centro Botín sobre Maruja Mallo, colección que ahora impacta en el Reina Sofía en Madrid ('La Verbena', 'Protoesquema', 'Sorpresa del Trigo'…)
La pintora gallega (1902-1995) militante de izquierdas, que Dalí definió como guapa, «mitad Angel, mitad marisco» en una expresión-tipo del surrealismo que era el estilo de ambos, ahora de moda. Visitó innumerables salas acerca del surrealismo, tantas como camas de poetas y artistas (Alberti, Miguel Hernández, Picasso…) en aquel tiempo de creación, ingenio y bohemia de los años veinte del siglo pasado en París.
Representó todo el caos de aquel momento y desde luego también tendría materia sobrada ahora en nuestro país para inspirarse y plasmar una realidad donde predomina la chistorra y el terraceo, mientras se rinde pleitesía en Bélgica a un fugado de la justicia que decide nuestra suerte. ¿Habrá algo más plástico, reseñable y surrealista, al tiempo que se pretende romper España? ¿Habrá algo más irracional y onírico (relativo a los sueños mientras se está despierto…)? Desde Bretón –considerado el iniciador del surrealismo– no existió Gobierno en Europa que dependiese de un condenado huido de la justicia.
Necesitaríamos un vals, los pies en el suelo, convocatoria de elecciones y un nuevo ejecutivo que conceda el reposo necesario a los jueces, que falta les hace. Y entonces dedique todo su tiempo a gobernar.
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