Tierras raras y muy raras
Los acontecimientos que se viven en nuestras Cortes Generales producen escenas más propias de otros recintos
Podría pensarse que nos vamos a referir a ese grupo de 17 elementos químicos con propiedades únicas utilizadas principalmente en tecnología avanzada: teléfonos móviles, aparatos ... médicos, vehículos eléctricos, energías renovables o armamento. O que íbamos a hablar del presidente Trump y su obsesionado deseo de poseerlas por los medios que sean. Pero no, para ese tema doctores tiene la Iglesia y habrá que dejarlo en manos de expertos.
Además, parece que en alguno de ellos somos ricos poseedores de su tesoro en nuestro subsuelo y mejor tenerlo todavía guardado mientras tratamos de esquivar esas normas de salón propuestas por ecologistas europeos que viven en continua contradicción, descabalgados como están, bien a su pesar, del comunismo más ortodoxo.
Ahora juegan a hacerse importantes utilizando su pequeña parcela de pataleo que todavía les queda en el Parlamento Europeo después de la debacle del muro de Berlín. Si cayéramos en sus garras con la disculpa de algún buitre leonado en cercanía nos dejan de nuevo 'a dos velas'.
Porque por aquí tenemos yacimientos ya investigados y reservas varias: destaca el yacimiento de Campo de Montiel (Ciudad Real) o el de la Sierra do Galiñeiro (Pontevedra). También en diferentes puntos de Extremadura, Andalucía y Gran Canaria se pueden alcanzar cotas inimaginables de esos minerales. Por una vez, en cuanto a nuestros recursos bajo tierra, parece que toca frotarse las manos.
Otra cosa es en la superficie. Aquí es donde tenemos tierras raras de verdad, muy raras, que alimentadas por concesiones elucubrantes –los territorios que más tienen–, aspiran a llevarse todo lo que puedan del resto, y algunos de sus ciudadanos pretenden abandonar una unión de más de 500 años, en una actitud insolidaria y traicionera aprovechando el 'boquita qué pedis' que les ofrece el Gobierno actual entregado a su propia permanencia a costa de lo que sea.
Una serie de sediciosos malversadores, separatistas catalanes, con otro racimo de bilduetarras y ante la indiferencia del Gobierno, quieren romper España aprovechando las circunstancias.
Tampoco nuestra convivencia ayuda a resolver el conflicto. Los acontecimientos que se viven en nuestras Cortes Generales producen escenas más propias de otros recintos, con situaciones inconfesables en su interior que comprometen nuestra monarquía parlamentaria.
Estamos acostumbrados a los ridículos habituales en la Cámara baja, nuestro Parlamento, el centro legislativo que organiza España según nuestra Constitución, conformado por representantes del pueblo para el pueblo.
Pero esta vez coinciden señorías en general con poco talento y mucho origen pega-carteles, amalgamado con antipatriotas y separatistas con malas intenciones. Extraña mezcla.
Existen excepciones claro, pero el nivel y la intencionalidad no son las mejores que han conocido sus nobles paredes donde ahora el Gobierno ni presenta Presupuestos, ni consigue aprobar leyes, ni responde a las preguntas, solo las esquiva, burlando a la oposición.
Estos días, con la convocatoria del presidente del Gobierno a una comisión de investigación sobre el 'caso Koldo' en el Senado, hemos podido comprobar que tampoco esa Cámara es una joya. Ya conocíamos su fracasada función como foro de las regiones de representación territorial y ahora comprobamos que se trata de una Cámara Alta… que paradójicamente no da la talla. Y que es lugar-refugio de políticos pasaditos, que ya lo sabíamos. Pero aún así, se esperaba en todos los ámbitos mucho más de esa sesión.
Como hacía Pemán forzando su gracejo gaditano –«Entre el gracejo madrileño de Ortega y el gracejo europeo de d'Ors», decía Umbral– pero a su estilo, mal imitando el gesto y salvando las distancias, se presentó Sánchez en su comparecencia. Lo hizo utilizando risotada y gafas de marca para la ocasión. Un buen subterfugio en medio de un ciento de «no me consta» o «no recuerdo».
Es de agradecer que alguno de los más de 800 asesores del presidente hagan bien su trabajo y justifiquen el sueldo que es público, porque la realidad es que salió bastante bien del apuro.
Los partidos políticos representados en la comisión, dedicados unos, los suyos, a piropear al presidente con cierta baba, y los otros a asetearlo sin respirar. Salvo alguna excepción puntual, le dejaron indemne, poniéndoselo fácil al enfrascarse en discusiones –que si circo, o no– y olvidando aquello a lo que tenían que estar. Tampoco obtuvieron algún buen titular, que no parecía difícil.
No es un buen momento para nuestra nación cimentada desde el sacrificio y la unión: se le aflojan los tirantes de su democracia parlamentaria, se desdibujan las Cortes, se ofende al Rey, se multiplican las historias de corrupción y hasta Mazón dimite, pero solo un poquito, mientras otros que también debían, ni eso. Como esto dure no sé si tendremos remedio.
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