Secciones
Servicios
Destacamos
Hace aproximadamente un mes hablábamos del famoso kit de emergencias de la Unión Europea, que animaba a la ciudadanía de sus Estados a tenerlo a ... mano para resistir durante 72 horas en casa. Dejaba así caer la posibilidad de hacer frente con ese equipo de emergencia a hechos fuera del control de los gobiernos, tales como una catástrofe natural o un ciberataque.
Y llega la primera prueba a cargo de un 'Blackout', en inglés, que suena más fino, pero no deja de ser un puñetero apagón. De los gordos, pero apagón.
Entrada bien la noche del lunes aún no se sabía a ciencia cierta qué ha pasado. O más bien, puede que se sepa pero hay que trabajar qué se dice y cómo, ya saben, «no lo vas a entender, por tu seguridad» y demás términos que son habituales en los gobiernos democráticos de un tiempo a esta parte. Los no democráticos sacan al ejército a la calle y punto.
Y es que realmente no creo que lo que más me preocupe es si un hacker ha tenido suerte, si un gobierno enemigo quiere que se nos descongelen los chipirones del congelador, si es un método para que veamos qué pasa en el caso de que no aumente el gasto en defensa o si, a raíz de la muerte del Papa, la llegada del Anticristo es inminente. Lo que tenemos que analizar es cómo nos sentimos.
Y la palabra más repetida, apuesto 5 a 1 es «indefensos».
Se va la luz durante seis u ocho horas y de repente el mundo cambia. No hay semáforos, las puertas de los garajes no abren, los ascensores no funcionan, no hay Metro, no se puede sacar dinero, las farmacias no pueden ver las recetas electrónicas... ¡Dios mío, no hay teléfono! No hay datos, se me estropea el coche, mi flamante coche eléctrico… ¡No puedo llamar! Las gasolineras no permiten repostar, las tiendas vuelven al dinero contante y sonante o cierran…
Y si quieren hablamos de los dependientes, niños o personas mayores, gente enferma, que dependen de ascensores, medicinas o sistemas médicos que muchas veces van con electricidad y tienen una autonomía muy limitada. Esta es realmente la parte terrible y más dura.
Realmente estamos indefensos. No estamos preparados para afrontar un apagón más allá de 72 días (con el famoso kit). Podemos quejarnos, refunfuñar sobre la incapacidad de nuestros políticos, recordar que la vida en el pueblo sí que era vida o podemos reflexionar. No mirar Youtube, no volver a poner 'Soy Leyenda', detener un momento nuestra vida acelerada centrada en el smartphone y pensar: ¿qué ha pasado hoy?, ¿qué he hecho yo?, ¿qué tendría que hacer si se repite? Tal vez necesito pensar en un plan B si no hay Metro, o autobús o tren, y tengo que regresar a casa. Qué es factible y qué no. Si vivo con una pareja igual hay que tener un protocolo de pasos a dar si no funcionan los teléfonos, pensemos señores y señoras, pensemos, recuperemos nuestro bien más preciado, el intelecto, abducido por Inteligencias Artificiales superinteligentes, gobiernos proteccionistas, gurús sin experiencia real pero con labia y mucha, mucha ficción donde los marines llegan al final y lo solucionan todo. La realidad no es así.
Seguro que los apagones no acaban aquí. Cualquiera que haya leído libros de ficción o informes reales sobre los 'Blackout', uno de los casos de manual para los 'preparacionistas', verá que lo que íbamos viendo el lunes, paso a paso, lo han contemplado hace muchos años ya. Muchos años antes de que tuviéramos la brutal dependencia de la electricidad que tenemos ahora. Y sus recomendaciones se basan en la famosa frase, una de mis favoritas por su cruel realidad: «Prepara lo peor, espera lo mejor».
Está de nuestra mano recuperar esa energía, ese 'flow' que dicen las nuevas generaciones, que nos hizo emprender aventuras y mirar al futuro con ilusión, como un reto. Esa chispa que nos llevó a estar en lo más alto de la cadena alimentaria.
La sensación que me ha recorrido cuando he visto a vecinos llevando a gente mayor en sillas a pisos muy altos, solidariamente, gente con la que a veces justo se saludan pero que han sudado y apretado los dientes para llevar a una anciana 9 pisos, esos pequeños (o grandes) gestos son los que me hacen recuperar mi esperanza de que aún no lo hemos perdido todo, que aún queda algo de esa chispa.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Salvan a una mujer atragantada con un trozo de tostada en un bar de Laguna
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.