El crecimiento de las ciudades en muchas ocasiones se hace a costa de los espacios verdes. La especulación inmobiliaria, la carestía del suelo edificable, la ... rentabilidad buscada por los dueños de solares heredados o comprados por fondos de inversión han congestionado los centros y los nuevos barrios de las ciudades. Algunos espacios sobreviven a la presión de las constructoras.
Son rincones, algunos históricos, que almacenan memoria y se convierten, a veces desde la humildad de su tamaño, en rincones entrañables. En nuestra ciudad hay algunos. Ahora están remodelando Cuatro Caños, lugar emblemático, verdadero símbolo de Torrelavega. Pero puedo citar pequeñas plazas: San Bartolomé, Plazuela del Sol, 3 de Noviembre, José Hierro… Claro que no concentran tanta gente como las más conocidas: Baldomero Iglesias, Bulevar o La Llama, recuperada últimamente. Tampoco la Plaza Mayor, que vivió mejores tiempos con el mercado de los jueves y las populares cafeterías de su contorno: Florida, Saja, Viena y Sago.
Pero esos espacios tienen un algo de intimidad, de pequeño encuentro de los habituales, como los que se sientan en los jardines de la Asunción o Pequeñeces. Son espacios con un latir cotidiano, sencillo, como el que se encuentra junto a la ronda de la Inmobiliaria, o ese rectángulo con árboles y artilugios para los niños entre las calles Juan José Ruano y La Llama junto a la casa de los Maestros que hacen menos duro los espacios urbanos.
Tal vez alguno de esos rincones pudieran redefinirse y con leves intervenciones (bancos, plantas, pérgolas…), actualizarlos para hacerlos más funcionales, más acogedores, pero en su sencillez forman parte del tejido urbano de la ciudad y son frecuentados por vecinos del entorno. Es posible que algunos nuevos espacios, surgidos de la peatonalización de determinadas calles, no tengan siquiera nombre. Qué oportunidad para guardar memoria de torrelaveguenses ilustres.
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