La mutación de Radio Televisión Española
Partidos de izquierda y sindicatos se oponen a la colaboración público-privada en otros ámbitos como la educación o la sanidad, pero no en RTVE
En sus orígenes Televisión Española, TVE y más adelante RTVE al sumar la radio pública, fue un monopolio estatal destinado a adoctrinar y entretener. Una ... potente herramienta de la dictadura para forjar modelos de vida y evitar sustos por el contenido de los informativos. Con el éxito de la Transición y la conversión de la dictadura en democracia, los diferentes gobiernos soñaron –los sueños, sueños son– con que la televisión española tomara la BBC británica como modelo. Basta con un vistazo a la programación de la tv pública de la próxima semana, para asegurar que de aquella aspiración a la excelencia no queda ni rastro.
Televisión Española es una empresa pública que acumula los peores vicios de ese modelo en el cual persiste aquella tesis de la ministra según la cual «el dinero público no es de nadie», como si no hubiera impuestos. Este medio de comunicación ha ido engordando hasta una obesidad mórbida. El número de trabajadores es muy superior al de cualquiera de los dos grupos competidores Mediaset y Atresmedia juntos. Se puede explicar de forma más gráfica: RTVE tiene casi el doble de empleados que Antena 3, La Cuatro, La Cinco y La Sexta juntas.
Podría existir una diferente política de producción de programas que explicara, al menos parcialmente, esa diferencia. Pero la realidad es que tanto las televisiones públicas como las privadas recurren de manera permanente a las productoras privadas para nutrirse de películas, series o programas de entretenimiento. Los tiempos en los que TVE creaba y realizaba sus programas han pasado a la historia. En el presente se da una paradoja curiosa: Los partidos de izquierda y los sindicatos se oponen a la colaboración público-privada en el ámbito sanitario, en el educativo y en muchas otras áreas. Frente a esa teoría, en una empresa pública como RTVE se fomenta la externalización del trabajo. Y eso ante el silencio de partidos políticos y sindicatos. Para mayor abundamiento es evidente que la televisión pública tiene personal más que suficiente para realizar sus propias series, documentales y programas de entretenimiento.
Un análisis de la programación que emite tanto TVE 1 como La 2 demuestran que su aportación a la formación de los españoles es mínima. Por una parte, los pocos programas con contenidos de interés, que pueden aportar información de fondo para que los espectadores enriquezcan sus conocimientos, se han relegado a La 2. En la primera cadena, la que tiene más audiencia, la calidad ha quedado relegada a favor de la cantidad.
Del proyecto de hacer una BBC (British Broadcasting Corporation) se ha pasado a una emisora de Bodas, Bulos y Consignas en la que priman concursos, telenovelas, cotilleos de los famosos (?) y unos informativos bien pastoreados por el gobierno de turno. Si quedara alguna duda, los últimos pasos de RTVE la despeja: Compra a una productora un programa destinado a competir con 'El Hormiguero', de gran éxito, conducido por Broncano y con el título de 'La Revuelta', que tras unas primeras semanas de buena audiencia ha pasado a ser irrelevante. Un programa en el que aparecen los peores símbolos de la telebasura: la zafiedad, lo irrelevante, el lenguaje soez y la premisa de que el público es ignorante. 'La Revuelta' cuesta un buen dinero que se paga con nuestro dinero, el de los impuestos.
En un circense más difícil todavía, TVE estrenó el lunes pasado 'La familia de la tele' que es la esencia de lo que desde hace años se definió como telebasura. La izquierda, especialmente la mejor formada, criticó, con acierto, determinados programas de las cadenas privadas por sus contenidos no solamente frívolos sino degradantes. Ahora, la televisión diseñada por Berlusconi ha pasado a ser bandera de la emisora pública y los activos sindicatos de TVE y los políticos, enmudecen.
La TV pública, sobredimensionada, no atiende al interés público. No debe obsesionarse con competir en audiencia con las privadas, sino ofrecer una alternativa de calidad, independencia y pluralidad. Para llegar a esa meta se decidió suprimir la publicidad de manera que el coste de RTVE se sufrague con los presupuestos del Estado. Una garantía de que, al prescindir de los anuncios, se gana libertad para diseñar unos contenidos de calidad, sin la presión de los índices de audiencia.
Con el último giro de la dirección de RTVE introduciendo programas como 'La Revuelta', 'La familia de la tele' y otros de similares hechuras el gobierno del PSOE desvirtúa la finalidad de esta empresa pública y la transforma en un nicho de negocio para productoras privadas y en un medio de comunicación más enfocado a obtener audiencia, por encima de la calidad de los contenidos. Una televisión bien definida en aquel lapsus freudiano: 'La televisión espantosa' al citar a Televisión Española.
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