Padura retrata el fracaso del comunismo
Leonardo Padura es, sin duda, uno de los grandes escritores en lengua española vivos. Su prosa es directa, clara e imbuida en la creatividad de ... los cubanos para manejar el idioma. Los premios avalan su trayectoria, que comienza con el café Gijón y termina, por ahora, con el Princesa de Asturias. Padura mantiene su residencia habitual en La Habana y viaja por todo el mundo pronunciando conferencias. Ese privilegio –cuando lo normal es privilegio estamos ante una dictadura– le hace sospechoso de cierta connivencia con el régimen castrista, pero sus obras indican lo contrario. Padura vive y escribe en cubano y para él, como le sucedió a otro grande de las letras, Guillermo Cabrera Infante, vivir fuera de la isla supondría una muerte en vida.
Basta con leer su última obra: 'Morir en la arena' para contemplar en toda su magnitud el fracaso del comunismo y, en consecuencia, su crítica a una ideología que, a pesar de la evidencia de su criminal inoperancia, se mantiene viva. El maestro cubano, que escribió con prosa magistral la conspiración estalinista para asesinar a Trotsky, ofrece una visión de amplio espectro sobre la realidad de los cubanos en este momento. Una población envejecida, sin esperanza, disminuida por la emigración y en la que los más jóvenes tienen como objetivo salir de la isla.
El escritor no realiza una moción de censura a modo de panfleto o largo exordio, no. En la trama novelesca pinta con realismo la vida de los cubanos entre la miseria, el racionamiento y la carencia de libertad. Retrata, a retazos, la ausencia de metas vitales y la desesperación contenida por encontrar alimentos básicos y sobrevivir en un país en el que la corriente eléctrica se corta con persistente frecuencia. Un mundo en el que la carne de cerdo (el puerco dicho en cubano) es un manjar y la de vacuno una ensoñación, un vago recuerdo de otros tiempos.
El gran novelista cubano no utiliza el análisis profundo, apenas habla de política en sus libros. Con la realidad del día a día en Cuba le basta y le sobra para que quien quiera comprender, comprenda. En la descripción de los paisajes, las viviendas y, sobre todo, en las preocupaciones de los personajes, adheridos a la realidad, encuentra el lector el mejor discurso político.
Recuerdan los personajes de sus novelas la etapa imperialista de Cuba, cuando envió a miles de jóvenes a combatir en la guerra de Angola para defender el imperialismo soviético en África y, en menor medida, los intentos de extender la revolución comunista a otros países de América. Una más de las contradicciones de una doctrina que sostiene una tesis y actúa de manera opuesta a su propio pensamiento.
El mensaje implícito que asientan los relatos de Leonardo Padura no es otro que el de la frustración de millones de cubanos que asisten, impotentes, a la degradación de su nivel de vida y afrontan con resignación la pérdida de cualquier ilusión o proyecto de vida.
Hasta la matanza de gazatíes parece atisbar un final con la propuesta lanzada por Estados Unidos e Israel que cuenta con el apoyo de una gran parte de países árabes, mientras que los cubanos se sienten abandonados a su suerte. Sería obsceno comparar la destrucción de vidas, hospitales y viviendas en la franja de Gaza con lo que sucede en Cuba, pero no debemos olvidar las medidas que adoptó el régimen castrista para defender sus aguas territoriales y su espacio aéreo. En su afán por impedir la salida de cubanos hacia Florida se disparó y se hundió una de las embarcaciones que había sido secuestrada por un grupo de jóvenes y aviones de combate derribaron y mataron a los pilotos de una pequeña agrupación de avionetas que volaron sobre la Habana para lanzar panfletos contra las acciones del gobierno comunista.
Padura nos muestra los efectos perniciosos de la dictadura cubana y lo hace sin hipérboles ni discursos inflamados de agresividad. Simplemente relata las carencias que azotan la vida cotidiana de quienes hoy viven en La Habana.
La grave situación que afrontan los cubanos que aún permanecen en la isla no debe olvidarse, ni quedar obliterada por otros dramas humanitarios. Cuba tiene fuertes raíces españolas y los españoles estamos obligados éticamente a lograr que, en la isla que versifican los poetas y cantan sus músicos, vuelva la libertad y sea posible una mejora sustancial del nivel de vida de un pueblo que siempre fue emprendedor, laborioso y solidario. Un país que recupere, al menos parcialmente, los niveles de riqueza y bienestar que tuvo en la primera mitad del siglo XX.
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