Santander y la turismofobia
Cantabria no es una zona masificada lo que sucede es que no se han adaptado los servicios a la demanda
La Semana grande de Santander y el inicio de la temporada turística han atraído hasta Cantabria a miles de visitantes, como casi todos los años. ... Los turistas son una molestia para una parte de los cántabros y una fuente de riqueza para muchos otros. El debate se repite año tras año. Ahora el norte de España se ha puesto de moda y eso, unido a que viajar se ha convertido en un producto de primera necesidad, ha producido aglomeraciones, incidentes e incluso delitos en nuestra región.
El debate está servido y la pregunta en el aire, sin respuesta clara: ¿Cantabria es una región saturada por el turismo? ¿Es necesario tomar medidas para reducir el número de visitantes? ¿Debemos tomar un modelo de turismo de lujo, minoritario, pero con elevado gasto por persona? ¿Es realmente necesario el turismo para la buena marcha de nuestra economía y nuestro empleo?
La evolución de la comunidad autónoma, en el último medio siglo, incluso en la época que abarca desde el final de la guerra civil hasta el presente, demuestra que la composición socio económica de la región ha experimentado una transformación casi absoluta.
El sector primario, con miles de familias que encontraron su modo de vida en la ganadería de leche y en algunos productos agrarios, se ha reducido a un porcentaje en el PIB prácticamente irrelevante. Las industrias con masiva mano de obra como las que hacían de Torrelavega la capital industrial de la región, los astilleros en Santander, fábricas de diferentes productos en el mismo Santander (Cirages Francaise, La Marga, Gas Lebon, La Rosario, Curtidos Mendicouague, la fábrica de motores de automóviles de Los Corrales de Buelna, cervezas Cruz Blanca y un largo etcétera) han desaparecido, sin encontrar relevo.
Perdida la ganadería y estancado el peso de la industria, la sociedad de Cantabria se opuso, con diferentes variantes, a la industrialización. Esa reticencia ante cualquier proyecto, bien sea un parque eólico, una planta de biogás, una nueva acería, etc. ha frenado el crecimiento de fábricas y limitado los ingresos en ese sector.
En ese panorama, aparece una nueva industria que se ha desarrollado con empuje y a gran velocidad: el turismo. Cantabria se ha puesto de moda y al calor de los turistas españoles y extranjeros ha desarrollado un negocio próspero, que necesita mucha mano de obra. Cuando ese nuevo campo de negocio y riqueza comienza a tomar un tamaño significativo, una parte de los cántabros inicia una oposición al crecimiento del sector y propone limitar la afluencia de visitantes, mediante restricciones a los pisos turísticos, limitaciones y trabas a nuevas construcciones.
Este rechazo a recibir más visitantes genera una controversia entre dos modelos socio económicos: Uno, en el que se tienda a crecer, a entender que quienes nos visitan son una fuente de riqueza y a aprovechar esos ingresos para mejorar las infraestructuras que permitan absorber, sin mayores traumas, ese aumento estacional de la población.
Frente a ese planteamiento, otro propone limitar, con medidas disuasorias, la llegada de mas turistas y detener la construcción de más viviendas y abrir nuevos negocios.
Los dos extremos de esta doble visión se pueden resumir en generar una región dinámica, en expansión, que por un lado ofrezca oportunidades a los jóvenes y atraiga inversiones, pero que rompa, al menos parcialmente, la tranquilidad y genere molestias en algunas zonas concretas o determinar el futuro encarado a una comunidad que coarte el crecimiento y se limite a garantizar una mejor calidad de vida a quienes ya están asentados. Un modelo elitista para un grupo de visitantes no numerosos, con alto poder adquisitivo.
Naturalmente que existe un modelo intermedio, que permita el crecimiento del turismo y también el de la industria y apueste por las energías renovables. Frente a los excesos –el ejemplo de la invasión de varios cientos de personas en el Puntal de hace días– se impone aplicar las leyes con rigor y contundencia. Y de la misma forma, actuar contra quienes se comporten de forma inadecuada. Lo que no tiene lógica es culpar a priori a todos los turistas como presuntos delincuentes.
Por último es preciso determinar el concepto masificación. ¿Es Cantabria una región masificada? ¿Cómo conceptuar entonces a localidades de la Costa del Sol, de la Costa Brava, pueblos como Benidorm o zonas de Mallorca o las Islas Canarias? Cantabria no es una zona masificada lo que sucede es que no se han adaptado los servicios a la demanda.
En lo que sí hay consenso es en la necesidad de extender la temporada veraniega y en ese sentido el sector público, el que debe liderar el cambio, no parece haber ni siquiera iniciado el proceso. Cantabria puede crecer en el sector turístico y extendiendo la temporada a los meses de junio y septiembre.
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