Un tren para el expansionismo vasco
El cambio introducido por el Gobierno central para la conexión entre Santander y Bilbao es toda una afrenta para los cántabros
Los trenes y Cantabria se repelen como si existiera una incompatibilidad genética extrema. Analizar la evolución del ferrocarril y nuestra región conduce a la indignación ... o a la resignación. Cantabria logró, allá en el reinado de Isabel II, que entrara en funcionamiento una vía que conectaba Madrid y Castilla con Santander, que fue el motor del desarrollo industrial y comercial de Santander.
Ese logro queda ya perdido en las profundidades de la historia y la situación actual es exactamente la contraria: Cantabria carece de un ferrocarril –de vía ancha o estrecha– con las prestaciones que ya disfrutan la mayor parte de las capitales de provincia de España.
Por si la supresión definitiva del AVE hasta Santander no fuera una discriminación basada en el elevado coste, ahora el Gobierno de España anuncia una tropelía de gran calado: deja sin efecto los estudios que durante veinte años se han hecho para un nuevo trazado del tren que una Santander con Bilbao, por la costa, capaz de ofrecer transporte a localidades como Solares, Colindres, Laredo y Castro-Urdiales.
El Gobierno de España –el ministerio es parte del gobierno y no toma decisiones sin tener en cuenta los intereses de los españoles– anuncia que cambia de manera radical y unilateral el proyecto de una nueva línea ferroviaria entre Santander y Bilbao, dos ciudades separadas por tan solo cien kilómetros que podrían unirse con un tren, sin altas prestaciones, en poco menos que una hora. Una media de 120 kilómetros a la hora es, en el presente, la prestación de un ferrocarril de mediana complejidad.
El cambio es una verdadera afrenta a los cántabros, porque deja en el aire –ya se decidirá en el futuro, dicen, en una frase completamente vacía– la obra entre Santander y Castro Urdiales y, en cambio, se aprueban los trabajos previos a conectar Castro Urdiales con Baracaldo y Bilbao. Se cumplirá así uno de los sueños del expansionismo vasco: unir el oriente de Cantabria a Vizcaya.
El proyecto que ha presentado el ministerio es un regalo para el gobierno vasco: un tren que conecte Castro Urdiales con Bilbao de forma que la influencia vasca en la zona oriental de Cantabria crezca hasta el punto de exigir, en un futuro próximo, la anexión de esos ayuntamientos a la provincia de Vizcaya.
La idea original era otra: modificar el trazado del actual tren entre Santander y Bilbao para que deje de ser un fósil industrial y preste servicio a los vecinos de la costa de Cantabria y Vizcaya. El proyecto tenía como objetivo conectar no solamente Santander con Bilbao, en un tiempo acorde con el siglo XXI, sino que preste servicio a poblaciones como Santoña, Laredo y Castro Urdiales.
El anuncio hecho por el Gobierno es una afrenta a los cántabros. No solamente por el hecho mismo de tirar a la papelera años de trabajo, sino porque nos tratan como niños ignorantes o débiles mentales. La maniobra es tan evidente que debiera levantar la voz de las diferentes asociaciones, colegios profesionales, partidos políticos, sindicatos, patronal etc. para decirle al Gobierno que ya basta del maltrato a los cántabros. Los compromisos políticos del presidente Sánchez, o de algunos cargos socialistas, no justifican atropellos como este. El Gobierno vasco obtiene, con esta modificación realizada sin previo aviso y sin negociación alguna, algo largamente acariciado. Colonizar el oriente de Cantabria.
Llega la hora de recuperar los textos del periodista José del Río, 'Pick', en los que defendió la pertenencia de Castro-Urdiales a Cantabria y logró cortar el proceso de anexión del municipio castreño a Vizcaya, en una campaña promovida por un grupo de políticos y empresarios vasos.
Comenzar ahora, como si el tiempo no hubiera transcurrido, el anteproyecto del ferrocarril entre Santander y Bilbao es un desprecio a los cántabros. Si a ello se añade la activación de una línea férrea entre Castro Urdiales y Bilbao el desprecio cobra tintes de insulto y provocación. El aplazamiento, sine die, de una de las aspiraciones de la región supone una vuelta de tuerca en el aislamiento de nuestra región: sin AVE, sin autovía directa con Burgos y Madrid, con escasos vuelos en el aeropuerto Seve Ballesteros, sin noticias del calendario de construcción de los trenes de cercanías… mientras en el resto de España el AVE es ya algo cotidiano y se extienden las autovías.
El Gobierno juega con una carta imbatible: la indolencia de los cántabros y la seguridad de que sus decisiones no pasarán de una protesta de los partidos de la oposición y unos artículos de los opinadores de turno. O sea, nada.
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