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«¡Todos lo hacen!» «Es normal» «Sirve para aprender sobre sexualidad»... «Sirve para conocerse y estar seguros de que hay amor y entonces casarse». «La ... sexualidad es algo natural, ¿por qué restringirla?». Éstas y muchas preguntas y afirmaciones se hacen los jóvenes actualmente. Y la mayoría ya ni siquiera cuestiona estos temas; simplemente lo hacen y basta. Las relaciones sexuales hoy se ven como parte de la vida diaria, igual que comer, vestirse, respirar… No tienen por qué considerarse con más profundidad. La cultura dominante excluye a Dios y propone el placer como finalidad, buscando satisfacción y entretenimiento.
Una razón por la que falla el matrimonio es que el noviazgo no ha sido el adecuado para descubrir que un hombre puede compartir su vida con una mujer concreta. Hoy se vive el noviazgo con sobreabundancia de sexo y carencia de verdadera afectividad. Un noviazgo basado solo en la sexualidad no es una relación de novios, sino de amantes.
No puede perdurar un compromiso matrimonial basado en la variabilidad del estado de ánimo del que uno no es dueño. No es fácil reconducir una pareja en la que se vive la sexualidad sin un cierto control. El sexo ata de manera indiscriminada. La pornografía lleva a las relaciones sexuales y a la infidelidad muy fácilmente. Genera relaciones muy poco maduras, basadas solamente en los sentidos y las emociones. No pueden durar. Todo lo que emocionalmente se crea, emocionalmente se destruye.
Por otra parte, la pornografía impide que muchas relaciones alimenten un amor sano. Una persona que vea pornografía habitualmente está incapacitada para llevar un noviazgo rectamente. El conocimiento del otro y la posibilidad de compartir la vida con él estarán muy nublados por la ansiedad que genera la pornografía. La adicción a la pornografía, según muchos científicos, hace perder la capacidad de amar. La sexualidad mal vivida, obsesiona, descentra, imposibilita para la ternura y la delicadeza, tan necesarias en una relación de pareja. Hace imposible ver la relación proyectada en el futuro.
¿Por qué no revisar, analizar y reflexionar acerca de unas relaciones sexuales que pudieran ser don maravilloso de Dios, realizándolas en los momentos y contextos adecuados? El papa Francisco proponía que «a la Iglesia no le debe faltar nunca el valor de proponer la preciosa virtud de la castidad, por mucho que ahora esté en rotundo contraste con la mentalidad común. La castidad debe presentarse como una auténtica 'aliada del amor', no como su negación. Es, de hecho, la forma privilegiada de aprender a respetar la individualidad y la dignidad del otro, sin subordinarlo a los propios deseos. La castidad enseña a los recién casados los tiempos y los caminos del amor verdadero, delicado y generoso, y los prepara para el auténtico don de sí mismos que se vivirá luego durante toda la vida en el matrimonio».
«La castidad, en definitiva, propone en cualquier estado de vida, ser fiel a la verdad del propio amor. Esto significará, para los novios, vivir la castidad en continencia y, una vez casados, vivir la intimidad conyugal con rectitud moral». Y prosigue: «La castidad vivida en continencia permite que la relación madure gradualmente y en profundidad. Cuando, de hecho, como sucede a menudo, la dimensión sexual-genital se convierte en el elemento principal, si no el único, que mantiene unida a una pareja, todos los demás aspectos, inevitablemente, pasan a un segundo plano o se oscurecen y la relación no progresa. La castidad vivida en continencia, por el contrario, facilita el conocimiento recíproco entre los novios, porque al evitar que la relación se fije en la instrumentalización física del otro, permite un diálogo más profundo».
«Como esposos, en efecto, emerge aún más claramente la importancia de aquellos valores y atenciones que enseña la virtud de la castidad: el respeto del otro, el cuidado de no someterlo nunca a los propios deseos, la paciencia y la delicadeza con el cónyuge en los momentos de dificultad, física y espiritual, la fortaleza y el autodominio necesarios en los momentos de ausencia o enfermedad de uno de los cónyuges, etc.».
Es posible vivir el amor y la sexualidad en el compromiso, la autenticidad y la entrega total. El amor es más que sentimiento. Se puede amar para siempre también en tiempos de relaciones efímeras. El amor no se prueba, sino que se entrega con voluntad y convicción, contando con la ayuda de Dios. Lo demuestran muchos novios y matrimonios creyentes, aunque pasen desapercibidos. No os dejéis llevar por ideas convencionales sobre el noviazgo y el matrimonio.
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