Esta vez no me pasa. Me pillan ultimando los preparativos de mi kit de supervivencia porque la amenaza está ahí, al acecho. No se lo ... tomen a broma que miren lo que nos acaba de pasar hace un par de semanas. Casi un día entero sin luz. Una tragedia. Desconozco cuál puede ser la siguiente ni cuándo, pero, teniendo en cuenta que aún no sabemos las causas del apagón, vaticino que ya queda menos para el próximo fundido a negro. Pero ahora no me va a pillar desprevenido. El kit que aconsejaba la Unión Europea para estar preparados –durante al menos 72 horas– ante una emergencia va a ser de risa en comparación con el mío porque no voy a escatimar en recursos. Ya he empezado a hacer acopio para mi potente arsenal de agua potable, de alimentos no perecederos –que no sea por latas de conservas– y de medicamentos esenciales, incluido un kit de primeros auxilios. Pero aún me queda mucho que comprar. Necesito un hornillo de gas, combustible, cerillas, una linterna, velas, artículos de higiene (no puede faltar papel higiénico), herramientas, ropa para protegerse del frío. Y un transistor a pilas como el que me prestó mi padre el otro día. Lo mismo la próxima vez tenemos suerte y algún ser superior nos aclara por las ondas qué está pasando. Sería todo un detalle. Pero precisamente por eso, porque todavía no se ha descartado ninguna hipótesis, aquí sigo preparándome para sobrevivir al caos. ¿Será una nueva pandemia? ¿Otro apagón? ¿Un sabotaje? ¿Un ciberataque? ¿La sombra de una guerra? ¿Otra catástrofe natural?
Sigo. Necesito también mascarillas, guantes, mecheros, algo de dinero en efectivo y mantas por si hay que salir pitando de casa con el kit a refugiarse en las trincheras. Por aquí todavía tenemos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión