Catalina
Catalina es un nombre familiar. Al menos, en mi familia era el de un ser muy querido. Cada vez que lo escucho, nombra esa presencia, ... la recuerdo, la honro, por eso, cuando he visto que este martes hay una conferencia en el Centro Botín sobre una mujer llamada igual, he caído en la cuenta de que más allá de la toponimia emocional, detrás de un nombre propio hay todo un tratado. En este caso, un tratado sobre el arte escénico de nuestro país, el que contiene la vida de Catalina Bárcena.
No es hoy en día un nombre común. Ahora nos decantamos más por nombres como el de Aitana, Daniela, Adriana, Lucía o María—si es que acaso alguna vez se fueron—. Sin embargo, no importa el tiempo que pase, que el nombre de Catalina sigue teniendo una cualidad sonora excepcional. ¿Cómo sonaría sobre los escenarios de los años 30 en los que triunfó?
Hija de cántabros, Catalina Bárcena nació en Cuba en 1888. Siendo niña regresó a Lebeña, después se formó como actriz en Madrid, actuó en los principales teatros y también triunfó en Hollywood en películas rodadas con la FOX, después de vivir en el exilio en Buenos Aires, regresó a España.
Catalina solo es un nombre, y sin embargo es un tratado escénico con una calle cerca de la S-20 en Santander.
En el Centro Botín hay prevista una conferencia en la que se unen la divulgación y dos lecturas dramatizas para compartir el legado de esta mujer que, como otras tantas en esta región, se han quedado orilladas. Da igual que estrenara obras de Ibsen o las primeras de Federico García Lorca, da igual que el poeta le dedicara un poema por su arte, que actuara con María Guerrero o que fundara una compañía y pusiera en pie el Teatro Eslava de Madrid. Da igual, porque al final olvidamos. El director de escena Román Calleja está detrás de la iniciativa de esta tarde, también hay un libro publicado en la editorial Bala Perdida que recupera lo que no todos sabemos: que Catalina es un nombre inolvidable. Ahora solo les queda descubrir el porqué.
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