Aunque no te guste el fútbol

Este deporte hace muchísimo ruido, hasta el punto de que a veces nos quita de escuchar otros mensajes más sutiles. Supongo que es normal que a mucha gente le dé exactamente igual la aritmética de un ascenso o el sonido que hacen veinte mil almas cantando los días de partido: perciben simplemente un eco sobre el graznido de las gaviotas o las olas de la Segunda de El Sardinero, la incomodidad del aparcamiento o las calles cortadas. Sin embargo, por mucho que le den la espalda, a menudo me pregunto si lo que le pasa al Racing no les pasará también un poco a ellos. ¿Por qué ver solo un equipo cuando en realidad es una forma de ser de Santander y de Cantabria?

La sección de Deportes en este periódico está más adelante, en esta página, el juego y los partidos son políticos, pero últimamente encuentro en el fútbol una forma de hacer política en el sentido emocional del término: quiero pensar que esa ilusión que nos persigue nos emplaza a compartir las miserias y los goles en el último minuto, nos emplaza a cuidarnos y alegrarnos de un modo colectivo y afónico. Si no les gusta el fútbol, sean piadosos con los extraños de mirada cetrina con los que se crucen. Estos días nos pesa la camiseta, pero la seguimos llevando bajo la piel. Si nos ven torpes, tomando las rotondas raro, si ven que tardamos en responder los mensajes, si ven que miramos con fijación el prado, porque parece más verde: si nos ven así, acaríciennos el lomo, aunque no les guste el fútbol.