Y si hemos parado el tiempo
Lo de ponerse plazos tiene algo de pausar el tiempo con el fin de que el destino obedezca a nuestra espera. Todos nos hemos puesto ... plazos. Cada mañana, sin ir más lejos, cuando suena el despertador. El límite más famoso es el de este verano estaré en forma, y ahora que mayo mayea, me pregunto cuántos miran las zapatillas del gimnasio que estrenaron en enero con la misma culpabilidad con que remolonean ante la entrega de un proyecto, de un manuscrito, de los deberes. Hablo de culpabilidad, pero quizá sea ingenuidad lo que padecemos cuando nos fijamos un plazo que sabemos inasumible, pero no estoy segura de qué término usar con los que se dedican a poner plazos a las obras públicas.
Lo de Palencia y el AVE me ha hecho pensar en 'Momo', el libro de Michael Ende. ¿Se acuerdan de los Hombres Grises, los villanos de la historia? Su cometido era convencer a la gente de que debían ahorrar tiempo para el futuro, que dormir, comer, leer o pasear era perderlo inútilmente. Poco a poco, las personas de la ciudad donde vive Momo, la niña protagonista, se vuelven autómatas centrados solo en producir y trabajar, mientras ellos les robaban el tiempo y lo almacenaban en una especie de cigarrillos con un humo azul: se fumaban, literalmente, el tiempo de los demás, el suyo, el mío, el de toda la sociedad. Por eso me ha venido 'Momo' a la cabeza cuando la Audiencia Nacional ha paralizado las obras del AVE y ha ordenado demoler lo que estaba construido, porque llega un momento en el que, ocho ministros mediante y tantos plazos después, a una le da por pensar que en verdad nos rodean los Hombres Grises, aunque lleven trajes azules o tacones rojos.
El primero en hablar del AVE a Cantabria fue Álvarez Cascos, que fijó el plazo de 2007 para su puesta en marcha. Desde entonces, en estas dos décadas, cada nuevo plazo ha descarrilado legislatura tras legislatura, y ahora es Óscar Puente el que viste el traje gris colocado. Pero él no pone plazos; para qué si ya sabemos cómo es el humo. Que la Alta Velocidad nos esté robando el tiempo en Cantabria es una paradoja extremadamente literaria: de lento que vamos, quizá hemos parado el tiempo y no lo sabemos.
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