Meterse en la mente de un chino
Nos creemos 'referentes de la normalidad' pero, en realidad, nosotros somos pocos y ellos muchos
Una vez escuché a un chino decir: «Es muy difícil ser chino». Lo dijo así, sin duelo, sin apenas emoción, con la resignada aceptación ... de un destino ineludible. Esa quizás sea la primera condición para entender cómo piensan los chinos: hay una serie de verdades absolutas que los chinos tienen aprendidas de manera inmemorial y que no se molestan en discutir ni en pelear. Son dogmas taxativos en los que han sido educados y con los que han crecido a lo largo de su vida. Esta actitud, aunque resulte muy diferente a la occidental, lejos de convertirles en individuos conformistas y taciturnos, define un campo de juego vital que actúa como revulsivo al cambio.
Por ejemplo: un chino casi siempre sabe cual es su lugar en el mundo y apenas saca los pies del tiesto. Si un chino conduce un Ferrari con la música a todo volumen, sin matrícula y saltándose los semáforos a plena luz del día, no es porque sea un temerario ni un suicida, es porque sabe que puede. Quienes lo ven, aunque les disguste, no van a llamar a la policía, pues intuyen que alguien poderoso, en algún lugar, ampara ese comportamiento irregular. El chino de a pie, el que ve desde su bicicleta cómo pasa rugiendo el bólido rojo, en vez de desear que se estrelle en la próxima curva, va a preguntarse qué ha hecho ese tipo en su vida que no he hecho yo para poder permitirse eso y qué puedo hacer yo - o mi familia - para ser como él. No es una envidia insana la del chino, es una envidia aspiracional.
Los chinos, en contra de lo que a menudo se cree en Occidente, no son mansos, ni ambivalentes ni tampoco sumisos, en absoluto. Todos los chinos que conozco tienen una opinión clara y un criterio formado sobre todo tipo de temas. Lo que sucede es que el ciudadano chino medio conoce bien la Historia de su país y sabe que, en general, la realidad es muy compleja, nunca se conocen del todo las intenciones del interlocutor al preguntar y, casi siempre, es mejor no pronunciarse de manera clara y, así, no exponerse demasiado para evitar errores o imprudencias difíciles de subsanar. Efectivamente, el chino, en general, no expresa su opinión a la ligera y mide mucho los términos que emplea antes de tomar una posición.
En segundo lugar, en China los números importan. Y mucho. De hecho, casi todo es una cuestión numérica. En China, 28 niños vienen al mundo cada segundo. En el tiempo en que se tarda en leer este texto habrá, aproximadamente, 7.000 nuevos chinos en el mundo. Esto no es baladí: en China realmente hay muchos chinos y, aquí, uno se siente siempre rodeado de mucha gente peleando por oportunidades limitadas. China siempre fue, incluso durante la Antigüedad, un país muy populoso donde las bocas a alimentar eran muchas y los recursos escasos.
Ahora que la 'normalidad' y lo 'global' son conceptos tan renovadamente actuales, tal vez merezca la pena repensar qué es, de verdad, lo normal. En realidad, lo normal es lo estadísticamente más frecuente. De tal manera, lo normal es aquello que hace el mayor número de gente, la mayoría. Puesto que la pandemia covid-19 ha puesto de relieve que, en nuestro pequeño planeta, todos estamos interconectados, lo normal es aquello propio al mayor número de gente.
¿Por qué tiene importancia entender cómo piensan los chinos? Porque, cada vez más, a lo largo de este imprevisible siglo XXI, su forma de abordar el mundo y de amueblarlo con valores diferentes -ni mejores ni peores- a los nuestros, va a condicionar en buena parte la agenda comercial y vital de muchos de nosotros. O siendo todavía más prácticos y más concretos: porque un día, de repente, descubrimos que los chinos eran muchos, compraban nuestros productos y se gastaban el dinero en nuestros negocios. Entender qué le gusta y qué no al Sr. Li, qué necesita la Sra. Wang y qué no o cómo cerrar exitosamente un trato con la empresa XinHua, a partir de ahora, van a ser exigencias imperativas.
Dicho de otro modo: pensar que los chinos son raros, tienen costumbres extravagantes, se comportan de manera extraña para nosotros y reaccionan de maneras y modos que nos generan mucha confusión... no anima a hacer un esfuerzo por entenderles. Nos creemos 'referentes de la normalidad' pero, en realidad, nosotros somos pocos y ellos muchos. Las poblaciones de Europa y América, juntas, no suman más de 1.100 millones mientras que hay 1.500 millones de chinos en el planeta. Si son 1.500 millones de 'raros' los que trabajan con un sistema 6/9/6 (de 6am a 9pm, 6 días a la semana) y 1.100 millones los que lo hacemos con un sistema 9/6/5 (de 9am a 6pm, 5 días a la semana) ¿Qué es lo normal? ¿Y si los raros somos nosotros?
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión